Rita Tejada: ¿Es Beto un típico dominicano? Efraín Castillo: Beto formó parte de la joven intelectualidad de los años sesenta y por tanto no era un personaje lleno de franqueza o misterio metafísico como en la literatura de ficción del país. Beto no es el Compay Mon de Manuel del Cabral, ni Esculapio Ramírez (también Serapio Rendón), de la Biografía difusa de Sombra Castañeda de Veloz Maggiolo.
Beto es la figura arquetípica de un estadio nacional, donde la juventud queda atrapada por fenómenos históricos que presionan nuestra vida cotidiana y, sobre todo, la vulneran. Si Beto no constituyera o expresara esto, la novela no evocaría la euforia que crea en quienes la leen y me admiten que lloraron y rieron mientras la leían. La catarsis es la etapa final de la poética aristotélica y, a modo de metáfora, se asocia al acontecimiento trágico y de purificación al que alude este ritual.
Por eso, cuando lees algo que te conecta con la catarsis, puedes llorar, maldecir o reír, pero nunca eres indiferente. Antes de Beto, nadie podría haber sido indiferente, por su estatus arquetípico, ante la alteridad característica de Hamlet, u Otelo, o Don Quijote con su locura. Los personajes de las novelas no son necesariamente prototipos o representantes de una sociedad particular sino de una persona particular; un deprimido por diferentes problemas, por diferentes traumas y rodeado por el peso de una sociedad que lo aplasta.
RT: ¿Crees que el plan de estudios sigue vigente? EC: Creo que sí y creo que también seguirá en el futuro, porque el currículum representa una fase, no una situación, no un momento. Y hablo del estadio como un pebetero lleno de momentos que simbolizan no sólo la Revolución de Abril, así como el regreso de Balaguer al poder, sino también todo lo que se mueve en un sistema político.
La gobernanza global fue aplastada y fagocitada por la Guerra Fría, donde las ideologías cantaron su canto del cisne. Es bueno recordar que este estadio describió lo vivido durante los doce años (1966-78) de balaguerismo lleno de sangre y frustración, hasta que la victoria del PRD abrió las puertas (1978) nos permite vislumbrar lo que llamamos democracia, algo que hemos querido desde 1961, cuando Trujillo fue asesinado. RT: ¿Es el currículum una novela pesimista?
EC: No creo en el pesimismo ni en el optimismo como teorías, creo en la vida, porque la vida está llena de ambos. Hay razones para ser pesimistas y razones para ser optimistas. La vida es un túnel que se expande o se contrae según los momentos vividos.
La vida es un discurso, un camino a recorrer y eso es el Curriculum, una carrera de la vida, una carrera por la vida, un discurso sobre la vida. Ésa es mi novela: el viaje de la vida.