Haruki Murakami se escapó de la rama del árbol. Dice que es un escritor reflexivo. Destaca los conflictos humanos que otros tocan en la superficie.
Sus historias son difíciles de trasladar al cine (como las de William Faulkner, mantén la distancia) porque suponen un trabajo conceptualmente innovador que evita copiar obras literarias. El maestro coreano Lee Chang-dong adaptó la compleja historia Burning (2018) de Murakami, que ganó la Palma de Oro en Cannes ese año. Y no lo hizo mal.
Esta historia también es interna pero se resuelve con técnicas similares a las de una película de terror. My Driver es una historia mucho más compleja y su puesta en escena se apoya en la libre adaptación para dar paso a un guión mucho más cercano en complejidad, en las particularidades de cada personaje. Esta virtud no existe mucho en el cine actual, donde la facilidad, el espectáculo y el bajo nivel técnico de los directores limitan las películas a simples negocios.
Su director, Ryūsuke Hamaguchi, se alejó de este vergonzoso popismo para construir una obra perdurable, gratuita si se quiere, que enriquece la historia que la generó. Amplió la cinematografía combinando teatro y literatura para complementar la puesta en escena sin traspasar los límites de cada género. Se presentan no como una exposición sino como una referencia a la posibilidad de alcanzar la plenitud formal en una obra de arte que los incluya.
. Murakami, Beckett y especialmente Chéjov aportan un toque de creatividad a la película de Hamaguchi, basada en la literatura, que cuenta dos obras de teatro que pretenden exponer las profundas contradicciones de personajes insólitos (en este caso, un director de teatro y su conductor de autobús de 23 años). .
en su vida privada. No darle a tu pareja el espacio para comprender, procesar y compartir tu mundo interior es suficiente para causar una ruptura, lo que lleva a la ruina moral del protagonista por no descubrir su propia personalidad. Se encierra en falsos complejos de culpa que están bien escondidos en las complejas sutilezas de su mente.
Según él, nadie vino a salvarlo, como en la obra de Becket, pero su salvación estuvo muy cerca y no como suelen hacerlo un hombre y una mujer sino en una joven menuda, vestida con un traje holgado. (con una cachuca en el pelo desordenado y jeans), como para demostrar con esta rebelión que a ella no le importa si amanece parada o sentada esperando que alguien con problemas internos similares la reemplace y le cambie la vida.
