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Soldado de la expedición Luperón

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Los paramédicos realizaron RCP, lo que resultó en costillas rotas y colapso de pulmón.

El 31 de diciembre de 2004 sufrió su primer infarto. Inmediatamente llamaron al 911. Los paramédicos realizaron RCP, lo que resultó en costillas rotas y colapso de pulmón.

Llegó vivo al hospital. Murió tres días después. Nunca ha estado enfermo.

Esa noche, antes del evento, preparó uno de sus deliciosos platos para la cena: sopa de cebolla francesa. Pero misteriosamente supo que su muerte se acercaba. Les dijo a sus hijas que las máquinas estaban cansadas y se despidió de todas las personas que había escrito en su cuaderno verde, las personas a las que siempre llamaba en sus cumpleaños y otros aniversarios.

Era tan especial que eligió su traje funerario: un traje azul marino, su color favorito, porque quería entrar elegantemente en los brazos de su Padre. Puede leer: José R. Martínez Bonilla dejó huella en muchas calles Sus restos reposan en el Cementerio Sur Caballero Rivero Woodlawn Dade.

Y en su lápida se lee: Amaba la libertad y vivía para ella. Noticias relacionadas con José Rolando Martínez Bonilla. Procedían de Miami, donde el soldado de la expedición Luperón, cuyo nombre se olvida, pasó los últimos 15 años de su vida.

Son revelados por Ana María, la hija menor de las cuatro hermanas, para quien la aventurera guerrera antitrujillo es su heroína. Habló en su propio nombre y en el de sus hermanas, quienes le profesaban un amor mutuo similar. Define su personalidad como sencilla, comprensiva, amigable y progresista.

Sus estudios filosóficos y literarios fueron interrumpidos para dedicarse a la lucha contra Trujillo. Su hija ha publicado innumerables fotos incomparables de él y su familia. Habló del desembarco y de la ayuda puertorriqueña a los revolucionarios.

Es conmovedor el amor de Ana María por esta extraordinaria persona: cuando ella, siendo adolescente, quedó embarazada y su padre no asumió ninguna responsabilidad, él simplemente le preguntó si quería que él fuera su padre. Así la llamó Carmen Natalia, la criatura que afortunadamente estuvo presente en el momento de emergencia de aquel fatídico día de fin de año. A ella le dedicó su poema Pequeña flor en el campo.

No tiene ambiciones materiales. El día de su cumpleaños le preguntaron qué regalo quería y él respondió: Gracias a Dios no necesito nada. Nos enseña a vivir como Él, con modestia, sin ostentación, sin extravagancias, viviendo con lo necesario.

Ana María dijo que todos los Martínez Bonillas solicitaron asilo en Puerto Rico. Hizo importantes amigos que luego lo ayudaron a él y a sus compañeros proporcionándoles botes, municiones y alimentos. José Rolando tenía amigos en Horacio Julio Ornes Coiscou, comandante del Luperón, su compañero, padrino de Ana María; a los arquitectos Eduardo Rodríguez, Hugh Brache, Félix Servio Doucudray, a quien siempre afirmó que era una persona buena, sencilla y muy polaca, civilizada, sofisticada y rica en cultura.

Cuando llegó a Miami en 1989 o 1990, recibió el apoyo de amigos cubanos cercanos, como su jefe en Atlantic Export Company, Frank Varona, con quien trabajó extensamente un año antes de jubilarse. Es responsable de la importación y exportación de autopartes al Caribe. José Rolando nació el 4 de agosto de 1915 y falleció el 3 de enero de 2005.

Mantuvo buenas amistades con mujeres porque tuvo cuatro hijas, además de Doris Estévez, a quien crió con mi madre. Estaba casado con Emily Dunsmore Carretero, la madre de Bonnie; con Carmen de Jesús, con quien dio a luz a Ana Rosa, Ana Cecilia y Ana María. Sus esposas también son Nelly, costarricense, y Rosemarie Serabian.

No tienen hijos. Anas fue criada por él porque después de que su mamá se divorció, él vivió con nosotros, yo tenía seis años, Ana Cecilia ocho y Ana Rosa diez años. Además de un héroe nacional, también fue un padre excepcional y hasta un poco madre: cariñoso.

Para él no hay nada grandioso ni escandaloso. Parece adelantado a su tiempo. Dijo que Bonnie nació con el píloro cerrado, cualquier cirugía en ese momento habría sido complicada.

Prometió si la joven se salvaba: caminar hasta la Basílica de Higüey para darle gracias a Dios y a la Virgen. La promesa se cumplió. Respecto a que su padre no recibió un homenaje a pesar de que fue heroico, Ana María respondió: Esto no me sorprende, pero lo que te puedo decir es que mi padre nunca hizo nada para ganarse su respeto.

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