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Triste final

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Hoy, tras las huellas de la desgracia, su tragedia revela el mundo de la Guerra Fría y sus excesos.

Cuando el tribunal federal de Wilkie D. Ferguson, en el centro de Miami, condenó a Manuel Rocha tras la declaración de culpabilidad del acusado, se cerrará un capítulo que combina la deslealtad imperdonable y las implicaciones ficticias. Hoy, tras las huellas de la desgracia, su tragedia revela el mundo de la Guerra Fría y sus excesos.

De este lado y de aquel lado. Sin embargo, el hecho de que los hispanos estén de acuerdo y dispuestos a hacer el trabajo sucio en la zona demuestra que los mecanismos de inspección y control no son del todo efectivos. Manuel Rocha pasó años distorsionando procedimientos y promoviendo a políticos que creyeron ingenuamente el cuento de la simpatía sin conocer las capacidades de un agente doble, atrapado después de cuatro décadas de servicio fuera de Estados Unidos.

Puedes leer: La logística y sus culpables El niño de origen colombiano que vive en las calles de Nueva York ascendió en el establishment diplomático cuando su bilingüismo coincidía con la necesidad de frenar el avance de fantasmas ideológicos no deseados y con un Fidel Castro, que expandió sus ideas por el mundo y especialmente en América Latina. . Por supuesto, es inconcebible que su servicio estuviera motivado por la lealtad, expresando disonancia con la causa política que lo apoyó económicamente, lo elevó y le permitió alcanzar el rango de embajador.

Después de completar sus años en el Departamento de Estado, parecía haber escapado de sus travesuras insertándose en el laberinto comercial de los gigantes estadounidenses y muchos comprendieron que su nuevo papel es el de la clásica compensación por los servicios prestados. Y allí, muy confiado, continuó sus días como informador de los intereses que decía perseguir. Hasta el día en que, como no se cumple ningún plazo ni se paga la deuda, convencidos de su condición de invencible, se producirán errores y fatales consecuencias.

Y Rojo…! Al final, la seducción no compensa. Es por eso que cuando los exiliados cubanos y la comunidad política se frotaron las manos ante esta dura sentencia, olvidaron parte del poema del apóstol José Martí: El que se hace peón, es envenenado.

estúpido y no quiero ser bailarina en su fiesta. .

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