Sigo manteniendo mi teoría de seguir diciendo que los países latinoamericanos tienen su «bachata», es que nuestro género ha llegado a grandes alturas en cuanto a baile y música se refiere. ha sufrido una transformación en los estilos de los cantantes que lo interpretan, de los músicos y de quienes lo han hecho suyo con su creatividad de movimientos y pasos.
Cambios de género
I volver atrás y repetir para que quede grabado en nuestra memoria, que lo que hace diferente al país en el que nos convertimos son los cambios que ha tenido nuestro género en la danza (artificial, no escolar europea) y los artistas emergentes también la enriquecen. En estos países se siguen reproduciendo su música y sus artistas originales, están en la memoria de la gente, pero no se han transformado y una de las características de la cultura popular es que es muy dinámica.
. Todavía a finales de los 60 y principios de los 70, también llamaban a la bachata, de forma peyorativa, como jolgorio, la música amarga, de la cobra protectora. Esta palabra bachata es despectiva e incluso a «Perico Ripiao» también se le llama bachata, pero yo llamo a este término generizado. La bachata como género musical, en cuanto a su contenido lírico (lectura de traición, desamor, amor, desesperación, amargura, etc.) es el Jibarito de Lares de Puerto Rico; Esta es una finca ganadera mexicana; vallenato de Colombia; Julio Jaramillo y Olimpo Cárdenas de Ecuador; típico de Panamá, etc.
Saber aceptar
Si escuchas «Temeridad» (1956) de Olimpo Cárdenas de Ecuador, notarás que el contenido de la canción es Cantar es una expresión de orgullo. En otras canciones, es traición, malicia, celos, amargura, chantaje y más. Más allá de eso, sin embargo, es un «mambo» de la bachata de los 80, el levantamiento de cadera y el lavado de autos de bachata de barrio, como yo lo clasifiqué, cha-chachá. Mientras la comunidad o ciudad haga cambios, tenemos que aceptarlo.
Lo que pasé
Gracias Radio Guarachita (Radio de la ciudad), al yawl migrantes que portaban el casete en sus manos y a Juan Luis Guerra quien lo comercializaba internacionalmente. No soy un historiador, simplemente un observador, un recolector de datos, un bailarín de los folklore y ritmos populares que aún existen, un amante del folklore de mi país, de mis vivencias y siendo amigo de Don Américo Mejía, de quien aprendió. mucho.