Las huelgas en los servicios públicos son inaceptables. Los médicos, enfermeras y profesores deben trabajar y no ser suspendidos. El sector oficial debe dejar de ser arrogante y dialogar
Tienen derecho a protestar, exigir, pagar salarios más altos, exigir pensiones, pero para lograrlo no deben ejercer la suspensión del trabajo causa graves consecuencias que perjudican la comunidad.
Cuando un médico y una enfermera suspenden su trabajo, dejan sin asistencia médica al segmento más sensible de la población, quienes no cuentan con los recursos necesarios para acudir a un hospital privado central. y ni siquiera pueden comprar los medicamentos que les recetan.
Para los pobres, no tienen otra opción, van al hospital en busca de ayuda o morirán. En el hospital se dan situaciones precarias todos los días, por lo que en el mejor de los casos se garantizan mínimos esfuerzos de curación.
Los profesores también dejan de enseñar cuando se enamoran de necesidades sociales y especialmente de ajuste salarial.
Los niños que asisten a escuelas públicas no pueden asistir a escuelas privadas porque sus padres no tienen suficiente dinero para estudiar.
Los médicos, enfermeras y maestros son miembros sindicales, son sensibles a la sociedad, por eso están tan disgustados cuando piden un ajuste salarial.
Cuando el apoyo en el hospital es bueno La enseñanza en las escuelas se paralizó, intentaron lanzar una protesta generalizada sobre los hombros del pueblo, para obligar al gobierno a actuar. proponer soluciones.
Lo ideal es que estas profesiones especializadas, pero rebeldes, organicen diferentes formas de lucha y consideren el estatus social de quienes acuden a los hospitales públicos. Cada día ven pobreza y abandono social, ¿por qué les causa más tristeza?
¿El gobierno también tiene una política de confrontación y terquedad? A veces se niegan a dialogar y se enfrentan a grupos que, por estar bien organizados y tener una base económica, no pueden ganar.
En el futuro inmediato debe haber un diálogo abierto entre los grupos. Las enfermeras paralizadas ayudan en los hospitales. a través del país. Debemos hablar con prontitud con el Colegio Médico Dominicano, que está prendiendo la antorcha de la guerra.
Los docentes y el Ministerio de Educación deben sentarse a fumar la pipa de la paz. El gobierno debe articular una política de diálogo y entendimiento, y en los sindicatos debemos dejar de lado las pancartas ofensivas.
Manuel Hernández Villeta