Ahora, gracias a la infinita riqueza de Venezuela, en el mundo multipolar liderado por Estados Unidos, China, Rusia, Europa e Irán, hay un El mundo de los medios, las finanzas y la diplomacia está luchando con el peor arte de la posverdad para restaurar, mantener o incrementar su influencia en este hermano país; Mientras estas potencias negocian silenciosamente su salida del estancamiento, sería estupendo que nuestras elites y gobiernos aprendieran de los errores de otros, lo cual, como sabemos, es una decisión sabia.
Mantener el equilibrio. brecha de poder Supongamos que, como sucedió en Venezuela hasta los años 90 (Asociación de riqueza de élite con creciente desigualdad social), durante los últimos 30 años, la República Dominicana ha mantenido un crecimiento económico acompañado de una admirable estabilidad política, lo que ha permitido la expansión de su economía. clase media y fomentar el crecimiento de las élites, cuyo capital rivaliza con el de cualquier élite latinoamericana. Como sucedió en Venezuela hasta 1999, en nuestro país hoy no existe correspondencia entre la acumulación económica de esta nueva o vieja élite y la mejora de las condiciones de vida de la gran mayoría de los países en los sectores básicos como salud, educación, vivienda. , seguridad social o transporte.
Nuestra suerte económica se caracteriza por desigualdades sociales que el dominio del neoliberalismo y la ausencia o falta de continuidad de las políticas públicas han reforzado, y lo peor de todo: demasiados dominicanos se benefician sólo de estas ventajas estadísticas. Parafraseando a la doctora Sabina Martínez, digamos que en nuestro país ser pobre no tiene un precio tan alto. Como es de sabios aprender de los errores ajenos, la advertencia permanece, porque nadie sabe cómo será nuestro milagro de remesas, lavado de dinero, turismo, prostitución y zonas francas. ¿Cuánto durará?
Algo importante: cuando desaparece y no se utiliza adecuadamente para reducir la pobreza aumentando la productividad, creando empleo, diversificando y modernizando la industrialización, los booms económicos crean los monstruos de los que advirtió Antonio Gramsci, coroneles dispuestos a casarse, pero sin gloria, como los coroneles de este abril heroico lo hizo, pero con el autoritarismo de las llamadas democracias iliberales de izquierda o de derecha. Gente que habla como Bukele, criminales convictos como Trump, nostálgicos del odio de tiranos como Bolsonaro o traidores a sí mismos como Ortega.
Entonces, la advertencia sigue ahí. Es sabio aprender de los errores de los demás.
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