En la era de la sobrecarga informativa y los ciclos de noticias de 24 horas, es común que los gobiernos, al igual que otras instituciones, se enfrenten al desafío de que sus acciones y logros queden rápidamente enterrados bajo la avalancha de nuevos acontecimientos. Esta realidad ha llevado a algunos a pensar que el objetivo de la comunicación de gobierno debe ser conseguir que la información desaparezca tan rápido como llega, con la esperanza de evitar polémicas o malas interpretaciones. Sin embargo, este enfoque es un error estratégico. El verdadero reto para cualquier administración es trabajar una comunicación efectiva que no solo sobreviva al paso del tiempo, sino que se mantenga viva en la memoria colectiva y forme parte del legado que desea dejar.
Comunicar para la historia, no para el momento
El gobierno no puede ni debe limitarse a gestionar su comunicación de manera reactiva, buscando únicamente apaciguar controversias o mitigar críticas . En lugar de centrarse en «hacer que se olvide», la comunicación gubernamental debe estar enfocada en construir una narrativa que perdure, que se inscriba en la conciencia ciudadana y que refuerce las políticas públicas a lo largo del tiempo. Esto requiere un esfuerzo constante de transparencia, claridad y accesibilidad, acompañado por una estrategia sostenida en el tiempo.
Un gobierno que sólo busca «pasar página» de las crisis, sin establecer las bases de un relato coherente y comprensible, corre el riesgo de que sus logros se desvanezcan tan rápido como las crisis que pretende esquivar. La comunicación efectiva debe ir más allá de la reacción ante la coyuntura y proyectar una visión de futuro que conecte con los intereses y preocupaciones de la ciudadanía a largo plazo.
La memoria pública como prioridad
En los logros de un gobierno infraestructuras, reformas, avances en derechos, mejoría económica deben ser comunicados no solo con el objetivo de informar en el presente, sino con la intención de que permanezcan en la memoria pública durante años. Los hitos importantes de una administración pueden perder su relevancia si no se les da el debido seguimiento. Aquí es donde la repetición, la actualización de información y la inclusión de los ciudadanos en los resultados se vuelven vitales. Los gobiernos deben asegurarse de que sus avances se perciban no como eventos aislados, sino como parte de un proceso más amplio y continuo que impacte el bienestar de la población.
Un buen ejemplo de esto son los programas de largo plazo, como los proyectos de infraestructura o las reformas sociales profundas. Estos no solo deben ser comunicados como logros del momento, sino que deben ser revisados y reintroducidos en la conversación pública de forma regular, resaltando su evolución y el impacto a lo largo del tiempo.
Por otro lado, la opacidad y la falta de continuidad en la comunicación pueden dar lugar a una narrativa fragmentada, donde los logros y avances se ven opacados por controversias mal manejadas. El silencio o la evasión en momentos críticos puede tener un efecto devastador sobre la percepción pública, pues la desinformación o las interpretaciones sesgadas llenarán el vacío dejado por la falta de comunicación oficial.
Daniel Contreras
Especialista en Marketing y Estrategia Digital.