La enorme cantidad de haitianos que viven en nuestro país supera la capacidad de los propios ciudadanos del Estado dominicano para atenderlos. Son muy pocos los espacios que no cuenten con una presencia haitiana permanente y activa. Algunas villas tienen un carácter exclusivo, como es el caso de las zonas turísticas del oriente de República Dominicana.
Aprovechando la intimidad de sus antepasados criollos, se mimetizan con ellos, ocupan espacio y crean – llamado «derechos». La ilegalidad es característica de la mayoría de las personas desplazadas de sus territorios naturales que han inundado nuestro territorio, fenómeno que desde hace 10 años ha seguido aumentando hasta que el número de población sea suficiente.
Barreras, realizando esta línea de demarcación costará nuestro tesoro, aunque se haga lentamente y quizás con poca altura y fuerza. La frontera supuestamente “blindada” resultó ser un tramo poroso, casi inexistente, de 376 kilómetros que el ejército dominicano no logró defender. Los deportados regresaron con sorprendente facilidad y los propios inmigrantes ilegales descubrieron que, a cambio de dinero, eran los dominicanos quienes facilitaban su viaje y tránsito.
Los gobiernos no quieren darse cuenta de hasta qué punto los dominicanos son “alimentados” arriba” con lo que se puede describir como una invasión. La saturación de pacientes en los hospitales, el estado de los estudiantes y de los espacios en la educación pública, la prioridad de los ciudadanos haitianos sobre los dominicanos, la indignación, el cansancio y la reacción de nuestro pueblo era predecible. sobre la incompetencia de las autoridades. , priorizando supuestamente las necesidades de los criollos.
Basta observar cómo las empresas chinas crecen rápidamente con casi todos los empleados haitianos, en zonas donde hay muchos dominicanos desempleados. La causa es fácil de determinar: los haitianos no protestaron y aceptaron condiciones abusivas. “Los haitianos que emigraron a nuestro país son los más despoblados de este país occidental, mal preparados, trayendo consigo enfermedades que han sido eliminadas en nuestro espacio”, dijeron los promotores de una cultura ajena a nosotros, incluidas prácticas antirreligiosas. El primitivismo africano, el vudú y su parte de brujería y otras actividades inusuales, las personas cercanas son más primitivas que los dominicanos y por lo tanto más violentas y más propensas a la brutalidad.
La República Dominicana está bajo presión para atacar a un problema que proviene únicamente de Haití y pretende subyugarnos mediante la invasión perversa del útero. Se nos condena por la apatridia de facto de los haitianos a quienes su Constitución reconoce como ciudadanos haitianos y se nos acusa de xenofobia y discriminación, mientras el propio país los reconoce como racistas. Los dominicanos estamos hartos, cansados, saturados de la presencia haitiana.