No existe una buena reforma fiscal en el mundo. ¡No existe! Sin embargo, son necesarios. En algunos casos, como este, es necesario.
Todos los sectores políticos, económicos y sociales coinciden en la obligación de aumentar la carga fiscal del país y reducir el déficit presupuestario, por ejemplo. Puedes estar de acuerdo o no con algunas de las medidas anunciadas por el presidente Luís Abinader. Ese es tu derecho. Nadie puede negarlo. Ahora el gobierno ya no puede permitir estos cambios. Como muchos otros, no estoy de acuerdo con algunas de las propuestas del presidente. Por ejemplo, ampliar la base del ITEBIS sin reducirla en un 10 o 12 por ciento me parece insuficiente. Puedo citar otras medidas anunciadas que, en mi opinión, es necesario analizar y reconsiderar.
Las reformas no deben perjudicar a los más vulnerables. Eso es un axioma. Que pague más el que tiene más. Y no al revés, como suele ocurrir en República Dominicana. Reducir la brecha entre ricos y pobres debe ser el objetivo del gobierno, al igual que reducir la evasión fiscal y la informalidad.
El presidente Abinader ha tomado una decisión peligrosa con las reformas. Pero no le quedó otra opción. Fue una acción responsable, propia de un estadista consciente del papel histórico que debe desempeñar por el bien del país. Sabe que corre el riesgo de pagar un precio político por su decisión responsable. Pero no puede ser de otra manera. El conjunto (el país) siempre será más importante que cualquiera de sus partes.
La reforma fiscal debería haberse realizado hace muchos años. El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) tuvo que hacerlo, pero ni Leonel Fernández ni Danilo Medina quisieron asumir el costo político. Actuaron de manera irresponsable, retrasando los cambios que la sociedad dominicana exigía -y aún exige-.
Leonel Fernández y Danilo Medina son dos personas irresponsables.
En 2002, después de la crisis financiera del gobierno crisis, debido a la quiebra fraudulenta de ciertos bancos, Hipólito Mejía se comportó «como un hombre» ante los problemas sin preocuparse por el costo político. Gracias a su comportamiento serio y responsable, Hipólito salvó el sistema financiero del país, lo cual fue reconocido por los banqueros muchos años después. El presidente Mejía actúa como jefe de Estado y no como líder político. Puso los intereses del país por encima de sus intereses políticos personales y de los intereses de su partido.
La crisis bancaria fraudulenta le costó el poder a Hipólito Mejía y al PRD.
Comenzó la crisis bancaria durante el sexenio de Leonel Fernández, quien lo sabía así que hizo el papel de “chivo loco” y no lo enfrentó. No hizo nada para detenerlo. Al contrario, es cómplice.