La marcha organizada la semana pasada por el grupo nacionalista Antigua Dominicana produjo resultados tangibles, o eso parece.
La respuesta del presidente Luis Abinader, al cambiar la director general de Inmigración, podría entenderse como una reacción a las demandas de los manifestantes contra la inmigración ilegal haitiana. Con el nombramiento del vicealmirante Lee Ballester, el país cuenta ahora con un nuevo responsable de gestionar una crisis que ha provocado grandes tensiones políticas y sociales.
Cambio de mando en materia migratoria, por decreto 560- El 24, en reemplazo de Venancio Alcántara, se produjo luego de una serie de protestas y marchas exigiendo acciones concretas contra la llegada masiva de migrantes haitianos.
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Protesta cerca La más reciente, que tuvo lugar el pasado viernes, se caracterizó por un tono enérgico y un fuerte llamamiento de dominicanos de diferentes partes del mundo, unidos bajo un claro lema: “O los sacamos Abinader, o los sacamos nosotros. »
Este tipo de protestas no es nueva en el escenario político dominicano. Sin embargo, lo que distingue a esta reciente protesta es el nivel de compromiso entre elementos nacionalistas que no sólo cuestionan la capacidad del gobierno para gestionar la inmigración sino que también critican su intervención de las organizaciones internacionales en el problema de inmigración del país. Para los manifestantes, estas organizaciones no respetan la integridad de la República Dominicana y son vistas como entidades, desde el exterior, que presionan por políticas más permisivas.
Realidad La inmigración haitiana es un tema que ha polarizado a la sociedad dominicana para muchos años. Los puntos más importantes de la discusión incluyeron el creciente número de mujeres haitianas que trabajan en hospitales del país y el impacto en el sistema educativo donde muchas escuelas atienden a niños haitianos. Estas situaciones son vistas por las regiones más nacionalistas como una amenaza no sólo a los recursos estatales sino también a la identidad cultural y la soberanía nacional.
en una organización tan importante como Migraciones ha sido el tercer cambio bajo la administración de Abinader. — sugiere que el problema es más profundo que el de liderazgo. Lo que el país necesita no es sólo un nuevo jefe, sino una política de inmigración coherente y eficaz, capaz de gestionar los desafíos que plantea la inmigración de forma equilibrada sin saturar los servicios públicos y que no viole los derechos humanos.
Por otro lado, el hecho de que la marcha reuniera a dominicanos de países tan diversos como Alemania, Suiza, Estados Unidos y Canadá refleja un fenómeno más amplio: el despertar de una diáspora preocupada por los problemas internos de su patria. “El Renacimiento dominicano”, como lo llamaron algunos organizadores de la marcha, resalta la importancia del compromiso cívico en los problemas más apremiantes que enfrenta el país.
Sin embargo, es importante que este despertar no conduzca al extremismo o retórica excluyente. Si bien es legítimo que los dominicanos exijan el control de sus fronteras y que el gobierno administre eficazmente los recursos públicos, es esencial que las soluciones propuestas respeten los derechos humanos y tengan en cuenta la compleja situación económica existente en torno a la crisis de Haití. Una simple respuesta basada únicamente en deportaciones masivas o retórica nacionalista podría exacerbar las tensiones sin resolverlas.
En resumen, cambiar la dirección general de Inmigración puede verse como una respuesta a la creciente presión social. Sin embargo, lo que realmente se necesita es un enfoque más integral y menos reactivo.
Queda por ver si la administración de Lee Ballester puede abordar estos desafíos de manera efectiva o no. Lo que es innegable es que la gente, tanto dentro como fuera del país, ha despertado y seguirá exigiendo acciones específicas para salvar sus derechos y a su pueblo.