Entretenimiento

Buitres del infortunio

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No por una necesidad urgente, sino por una oportunidad de beneficio en medio del desastre.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

No por una necesidad urgente, sino por una oportunidad de beneficio en medio del desastre. Mientras el país entero aún se desangra por la tragedia en la discoteca Jet Set, una nueva herida se abre, más profunda y repugnante: nos hemos enterado con dolor e indignación que algunas de las pertenencias de los heridos y fallecidos — dinero, joyas, tarjetas de crédito — fueron robadas por manos miserables, con y sin uniforme, que supuestamente acudieron a socorrer. Lamentablemente, se está normalizando un patrón atroz: víctimas de accidentes en carreteras que, en vez de recibir ayuda, son despojadas por los primeros en llegar al lugar. Y no son casos aislados; lo hemos visto en incontables videos y noticias. Si es un camión accidentado, no faltan quienes, sin vergüenza alguna, aparecen con sacos, canastas e incluso niños en brazos para participar en el saqueo. Se comportan como manadas hambrientas, sin importarles la dignidad ni el dolor ajeno, ante las cámaras, como si fuera un derecho. Y si hay algo que sigue causando escalofríos, incluso en esta era de insensibilidad mediática y anestesia moral, es la muerte. Pero hoy, ni siquiera los cadáveres escapan al ultraje. Nuestra sensibilidad colectiva ha sido violada por una cultura que glorifica el egoísmo, la acumulación de riqueza y la indiferencia. Pareciera haber en ciertos sectores una pulsión oculta, una bajeza contenida que solo necesita un escenario de desgracia para aflorar. Algunos jamás han cometido un delito, pero basta ver a una persona vulnerable para que surja el instinto de despojar, de robar, de aprovecharse. No por una necesidad inmediata, sino por una oportunidad de lucro en medio del colapso. El saqueo no es solo robar: es el símbolo de un colapso moral. Ocurre en guerras, en catástrofes, donde la ley se desvanece. Pero cuando sucede en tiempos de paz, frente a heridos y muertos, lo que vemos no es solo crimen: es decadencia. La policía tiene el deber de identificar el paradero de las pertenencias y a quienes han utilizado las tarjetas de crédito de los fallecidos. La justicia, por su parte, debe actuar con firmeza y dar ejemplo: imponer penas severas que dejen claro que, en este país, aún con todo su caos, la carroña humana no puede quedar impune.

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