Economicas

La existencia debería ser como una hermosa sinfonía

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Pero, lamentablemente no es así.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

De vez en cuando, me dan ganas de armar un revuelo sobre temas o situaciones, como si fuera un desahogo de todo lo que me asfixia, o sea, divagar en el día a día y, como supuestamente soy libre, así lo haré ahora.

De la misma manera, debería ser el desempeño individual en este mundo, donde cada uno haga el trabajo que le corresponde y lo haga en el momento adecuado. Pero, lamentablemente no es así.

Es por esta razón, que me encanta conversar con personas que, por similitudes, parecería que hubiésemos nacido bajo la luz de una misma estrella. Ni guapos ni cobardes, pero, mucho menos mudos, que podemos, sin fanatismos, apoyar lo que consideramos bueno para nosotros y para todos los demás.

Justamente, en medio de estas conversaciones hablamos sobre los tiempos en que las Monjas dirigían los hospitales públicos, que se comportaban como derviches, donde al parecer, su existencia estaba destinada solo al servicio y, sobre todo, la humildad en el desempeño de sus obligaciones con los hospitales que administraban, que más bien, parecían lo que hoy son clínicas privadas.

Lamentablemente, para el pueblo, una vez que las sacaron, no han bastado los cientos de miles de millones de pesos y dólares gastados para lograr que, aunque sea someramente, esos hospitales volvieran a ser los mismos con igual eficiencia que antes. Y la razón la conocemos todos, aunque muchos se hacen los desentendidos para decirlo y mucho menos, tomar medidas para acabar con este despilfarro de dinero y deficiencia médica, donde, la única solución que han encontrado es la famosa inversión público-privada, para llevar a cabo negocios con muy poca o ninguna honradez.

Esa razón, que muchos callan, ya sea por temor, clientelismo político o confabulación, es la permisividad observada con los llamados sindicatos o conglomerado dominado por una casta de aprovechados negociantes de la política.

Esa misma, que si hoy hiciéramos una encuesta -no manipulada, ni amañada-, sobre qué personajes públicos o privados son los mayores simuladores dentro de nuestra sociedad, sin duda alguna, me parece, que los políticos ganarían por mucho, sean “honorables” o no.

Por otro lado, otros que parecen distintos a los ya mencionados, pero que sí tienen una estrecha relación por los lazos que unen tanto a unos como a estos, son los policías y militares, donde el clientelismo político, además de las clasificaciones establecidas en la ley -porque si no se cumple deja de serlo- han creado la categoría venenosa de los llamados “Peluches”, pretenciosos privilegiados que se han adueñado de esas instituciones haciéndolas serviles -como ellos-, inoperantes e indisciplinadas y, me pregunto; ¿Cómo permiten que una persona viva un sueño como si fuera la realidad? ¿Será quizás la ambición personal o política? ¿Será el servilismo o el temor para decirle a quien sea que esa actitud, ese actuar, está equivocado?

Sin haber tenido ningún tipo de revelación divina, desearía poder revivir aquellos días en que los militares y policías se enorgullecían de andar por las calles con sus uniformes correctamente portados y en condiciones físicas impecables, pero, no logro obtener ese deseo, ya que, la realidad me saca de la ilusión y esto lo digo sin ningún tipo de remordimiento ni catarsis alguna. ¡Sí señor!

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