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Ahora sí puedo escribir sobre el gesto de amor más hermoso que un ser humano puede tener en momentos difíciles: las acciones solidarias y empáticas. Se me hizo cuesta arriba hacerlo antes porque una de las personas que primero tomó la iniciativa de ofrecer ayuda psicológica a los afectados por la tragedia del Jet Set fue mi hija Dalia.
Verla entregada a colaborar con la salud mental de los involucrados y de otros que, al tratarse de un duelo colectivo, han necesitado este tipo de apoyo, me llenó de orgullo. No perdió tiempo.
Desde que se difundió la noticia del derrumbe del techo de la discoteca que, conforme pasaban los minutos, dejaba más víctimas, ella entendió que había que estar al servicio de los necesitados de apoyo emocional.
Como madre, mi corazón latió con fuerza cuando vi su publicación anunciando que, de forma gratuita, junto a su equipo de profesionales, daría asistencia a quienes lo necesitaran.
Su convocatoria tuvo una gran acogida y, gracias a Dios, pudo lograr el cometido de solidarizarse con un gran grupo de personas que, ante este duelo colectivo, necesitaba al menos desahogarse para sentirse un poco mejor.
Leer los comentarios de la gente reconociendo su entrega aumentó mi gratitud hacia el Todopoderoso por darme una hija con un corazón de oro. Soy doblemente bendecida porque mi hijo Manuel Enrique tiene el mismo sentir.
Con esta emoción, se me ocurrió llevar a Dalia y a su equipo a una ciudad fabulosa, donde, aunque sí se sufre por tragedias como la ocurrida en el Jet Set, es posible lograr la paz, la armonía y el bienestar emocional, porque ante semejante situación, todos se unen para realizar un viaje altruista que conduzca a la sanación plena.
Sí, esa que se logra cuando el necesitado tiene disposición a dejarse ayudar, y los que pueden cooperar impulsan acciones solidarias para favorecer a quienes atraviesan por una situación difícil. Allí las cosas resultan más llevaderas porque hay un régimen de consecuencias que calma la impotencia que se siente cuando se tienen tantas preguntas sin respuestas.
Con este tipo de acciones solidarias, muchos son los que encuentran las respuestas que buscan. Lo primero es que la justicia actúa de la misma forma para los famosos, para quienes tienen apellidos de abolengo y para los que no.
Eso, de alguna manera, repercute en el bienestar mental y emocional de los afectados por una tragedia. Tan diferente a la realidad en la que vivimos, donde seguramente, Dalia, sus acompañantes y los muchos otros profesionales que pusieron sus servicios a disposición de los necesitados de esta ayuda, tuvieron que escuchar no solo el lamento por la pérdida y el duelo colectivo, sino también su clamor por la desesperanza que suele haber en una sociedad donde la gente vale por lo que es y lo que tiene, y donde el régimen de consecuencia es nulo.
Pero bueno, en lo que estas cosas cambian para mejor, reitero lo que, en medio de tanto dolor, me ha alegrado el alma: el corazón solidario de Dalia. Dios te bendiga siempre.
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