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¿Por qué todos los pontífices se escogen un nuevo nombre?

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A las 7:35 horas de hoy, el cardenal Kevin Farrell anunciaba el fallecimiento del papa Francisco, a los 88 años.

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A las 7:35 horas de hoy, el cardenal Kevin Farrell anunciaba el fallecimiento del papa Francisco, a los 88 años. “Toda su vida estuvo dedicada al servicio del Señor y de su Iglesia. Nos enseñó a vivir los valores del Evangelio con fidelidad, valentía y amor universal, sobre todo hacia los más necesitados y excluidos”, destacaba en el comunicado.

Puede que sea precisamente hoy cuando muchos se hayan percatado de que Francisco no era el nombre real del pontífice, sino Jorge Mario Bergoglio.

Esto nos lleva a plantearnos la razón por la que los papas se cambian el nombre cuando son electos.

Todo empieza cuando la fumata blanca nos anuncia que un nuevo cardenal ha sido elegido papa. Tras las votaciones y la conclusión del cónclave, el cardenal decano pregunta al candidato si acepta el puesto de Sumo Pontífice a la cabeza de la Iglesia Católica y bajo qué nombre quiere ser conocido.

Este cambio es una costumbre que se remonta a varios siglos atrás, concretamente al siglo VI, cuando el papa Juan II decidió adoptar un nuevo nombre para evitar confusiones con el anterior, también llamado Juan, como se explica en la web Liturgia de las horas. Desde entonces, se ha convertido en una práctica habitual.

Muchos argumentan que el cambio de nombre es un acto simbólico basado en los evangelios, donde se muestra cómo Dios otorga nuevos nombres a sus elegidos, y cómo Jesús mismo rebautiza a Simón como Pedro, el primer líder de la Iglesia cristiana. Este cambio de nombre tendría un fuerte componente simbólico, ya que el elegido dejaría atrás su vida anterior y su identidad para renacer como una nueva persona, transformada en la máxima autoridad del catolicismo.

Sin embargo, tras Juan II, según la revista Muy Interesante, hubo casos en los que los pontífices no se cambiaron el nombre. Hasta el siglo XI esta tradición no comenzó a generalizarse. Desde entonces, solo dos se han quedado con su nombre de pila: Adriano VI y Marcelo II.

El nombre más elegido desde entonces ha sido Juan, con 23 ocasiones; seguido de Gregorio y Benedicto, ambos con 16; Clemente con 14, Inocencio y León con 13 y Pío con 12. Hasta la fecha, ninguno ha querido llamarse Pedro, como el primer papa, ya que considerarían que sería equipararse al primer papa de la iglesia.

La elección del nombre es una decisión personal del nuevo papa, sin reglas ni restricciones específicas sobre cuál debe ser el nombre elegido. No obstante, la mayoría opta por nombres que tienen un significado especial para ellos o que rinden homenaje a pontífices anteriores o santos.

Jorge Mario Bergoglio adoptó el nombre de Francisco, en agradecimiento a san Francisco de Asís, el santo de la pobreza, la paz y la humildad, fundador de la orden franciscana. Se convirtió así en el 266º Papa de la historia de la Iglesia católica y en el primer Pontífice americano y jesuita.

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