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Tercera Palabra: Cura relaciona el sufrimiento de María con la falta de seguridad

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Ahí tienes a tu madre" (Jn 19,26-27) -- durante el tradicional Sermón de las Siete Palabras celebrado el Viernes Santo en la Catedral Primada de América.

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Rvdo. Diácono Luis Sandy Cabrera Martínez, Parroquia Espíritu Santo de Villa Mella, Vicaría Episcopal Territorial Norte

Santo Domingo.- En una exhortación a la conciencia social y espiritual, el reverendo diácono Luis Sandy Cabrera Martínez desarrolló la Tercera Palabra de Cristo en la cruz — “Mujer, ahí tienes a tu hijo… Ahí tienes a tu madre” (Jn 19,26-27) — durante el tradicional Sermón de las Siete Palabras celebrado el Viernes Santo en la Catedral Primada de América. Desde el altar mayor, el diácono presentó a María no solo como figura de consuelo y fe, sino como símbolo del dolor colectivo ante el flagelo de la inseguridad que azota al país.

A partir del gesto de Jesús al encomendar a María al cuidado del discípulo amado, Cabrera resaltó que Cristo instituyó un vínculo espiritual que convierte a María en madre de toda la humanidad y modelo para la Iglesia. “Ella no es una figura decorativa; es madre, guía y presencia silenciosa en medio del dolor y la esperanza de los pueblos”, expresó.

Sin embargo, el eje central de la predicación giró hacia una denuncia directa sobre la violencia social que afecta a las familias dominicanas. Con palabras emotivas, el diácono comparó el sufrimiento de María al pie de la cruz con el de miles de madres que hoy viven la angustia de ver a sus hijos morir víctimas de la criminalidad. “Cada hijo asesinado es una acusación contra nuestro silencio colectivo”, afirmó.

Citando la encíclica Evangelium Vitae, de San Juan Pablo II, y Fratelli Tutti, del Papa Francisco, Cabrera advirtió que una sociedad que tolera la pérdida de vidas inocentes pierde su humanidad. “La inseguridad se ha vuelto una sombra constante en nuestras calles. Ya no vivimos, sino que sobrevivimos. Y eso no es vida digna”, dijo.

El predicador señaló que el miedo ha transformado la vida cotidiana: padres que no duermen hasta que sus hijos regresan a casa, jóvenes obligados a aprender códigos de supervivencia urbana, comunidades encerradas tras rejas. “Hemos normalizado lo inaceptable: calles peligrosas, transporte público inseguro, autoridades ausentes”, lamentó.

Ante ese panorama, hizo un llamado a una respuesta estructural que aborde tanto las causas como las consecuencias de la violencia: educación, empleo digno, justicia eficiente y participación ciudadana. “No se trata solo de más policías, sino de más libros, más oportunidades, más comunidad”, afirmó.

El sermón concluyó con una exhortación a no caer en la desesperanza, recordando que, como María, la sociedad dominicana puede permanecer de pie y mirar hacia la resurrección. “El verdadero desafío es transformar el sufrimiento en fuerza y la indignación en voluntad firme de construir un país más justo y más humano”, proclamó.

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