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Visualmente, hay poco que criticar. La estética del videojuego se traslada bien, y los efectos son competentes.
«A Minecraft Movie» es una película sobre bloques, pero no necesariamente sobre construcción. Es una historia de crafting, sí, pero más de marketing que de imaginación. Y eso, viniendo de una adaptación del videojuego más vendido, es un poco triste. No por lo que es, sino por lo que podría haber sido.
Tras la muerte de su madre, Natalie (Emma Mayers) y su hermano Henry (Sebastian Eugene Hansen) dejan todo para mudarse a un rincón rural de Idaho, autoproclamada «capital mundial de las papas fritas».
Allí conocen a Dawn (Danielle Brooks), su casera, que también dirige un zoológico itinerante (porque por supuesto que lo hace), y a Garrett Garrison (Jason Momoa), un ex campeón de videojuegos en bancarrota crónica.
Cuando Garrett encuentra un cubo brillante que pertenecía a un tal Steve (Jack Black), comienza una aventura que los lleva, cómo no, a una mina abandonada y, desde allí, al universo de Minecraft.
Este es el punto de partida, aunque llamarlo «trama» sería generoso.
Lo que A Minecraft Movie ofrece es un bombardeo constante de secuencias de acción, referencias al juego, texturas en forma de cubo y un desfile de gags que van de lo simpático a lo cansino.
El director Jared Hess, que una vez nos dio Napoleon Dynamite, construye aquí algo que se asemeja más a una convención de fans pasada por una licuadora de efectos visuales que a una película con estructura dramática reconocible.
Y sin embargo, Minecraft — el videojuego — nunca tuvo una historia. Esa fue precisamente su magia.
Era un sandbox sin guion, un lienzo abierto a la imaginación de millones. La adaptación cinematográfica intenta convertir esa experiencia abierta en una narrativa lineal, y en el camino pierde tanto la libertad como el misterio.
Jack Black, eterno entusiasta de las adaptaciones geek, presta su voz al icónico Steve, aunque el personaje parece más un cameo que una presencia real. Momoa, por su parte, hace lo que puede con un rol escrito para parecer gracioso, pero que cae rápidamente en la caricatura.
Ambos sobreactúan con energía, como si supieran que el guion necesita desesperadamente que alguien le inyecte vida. No es suficiente.
La película incluye una subtrama con Jennifer Coolidge y un aldeano que cruza accidentalmente al mundo real.
Esa línea narrativa, aunque totalmente desconectada del conflicto central, ofrece los únicos momentos de comedia realmente inspirada.
Lo demás es ruido cúbico: escenarios renderizados con precisión, pero vacíos de alma. Un tren de bloques corriendo sin rumbo.
Visualmente, no hay mucho que objetar. La estética del videojuego está bien plasmada, y los efectos son competentes.
Sin embargo, como diría el crítico tras ver un mago revelar su truco antes del final: ¿y eso era todo?
El problema más grande de A Minecraft Movie es que no sabe para quién está hecha. ¿Es una carta de amor para los fans veteranos? ¿Un producto introductorio para niños que recién descubren el juego? ¿O simplemente una excusa para vender muñecos, combos de comida y licencias de productos?
La película parece intentar ser las tres cosas a la vez… y falla en cada intento.
Antes de que empiece la función, incluso antes de que aparezca un logo, ya hay un comercial de McDonald’s ambientado en Minecraft. Un portal se abre y los personajes saltan hacia las papas fritas.
Es difícil no ver eso como una declaración de intenciones: esto no es una historia, es una campaña.
Y aún así, había destellos de una película posible. El aldeano perdido en el mundo real podría haber sido una oportunidad fascinante para hablar del lenguaje, del «otro», de la identidad pixelada enfrentada a lo tangible. Pero esa idea se desecha, como todo lo demás, en favor de un chiste durante los créditos.
A Minecraft Movie es el equivalente cinematográfico de una computadora olvidada: luce bien, hay rastros de ideas, pero no queda nadie para jugar. Una experiencia saturada, pero vacía. Un producto más que una película.
Como decía un espectador anónimo al salir: «En algún punto son solo capas… y no hay helado en el medio». Nada más que añadir.
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