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WASHINGTON.- El politólogo y escritor estadounidense, conocido por su teoría del “Fin de la Historia”, publicó un artículo en el ‘Financial Times’ donde señala que la creciente creencia en EEUU de que el Gobierno no es una influencia positiva se debe a que sus ciudadanos viven cada vez peor y la burocracia es más costosa y extensa.
El artículo parte de la reciente renuncia del empresario Elon Musk a la Administración de Donald Trump, tras poco más de cuatro meses al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental, cuyo objetivo era reducir el gasto de la burocracia estatal y mejorar el rendimiento de la administración pública.
Según el artículo, aunque Musk deja su cargo sin haber logrado el impacto prometido (el fundador de Tesla había dicho que quería eliminar 2 billones de dólares en gasto gubernamental, casi un tercio del presupuesto federal), su objetivo de mejorar la eficacia del Gobierno estadounidense era correcto.
“El Gobierno de Biden, después de haber asignado unos 40.000 millones de dólares para proporcionar internet de alta velocidad a las comunidades rurales, no había conectado a nadie cuando dejó el cargo; California no cuenta con tren de alta velocidad 20 años después de la asignación inicial de fondos, ni parece ser capaz de resolver su crisis de vivienda”, apunta el texto, repasando algunos de los problemas de infraestructura y mala gestión del país norteamericano más destacados del último tiempo.
En ese sentido, Fukuyama indica que la sensación general entre los estadounidenses de que las cosas no funcionan “contribuye directamente al enorme cinismo de los estadounidenses respecto al Gobierno”, lo que explica en parte el triunfo de Donald Trump, quien prometió “volver hacer a América grande otra vez”.
El autor argumenta que “no siempre” Estados Unidos fue una nación en declive. “Desde finales del siglo XIX hasta la Segunda Guerra Mundial, los estadounidenses consideraban al Gobierno una fuerza para el bien capaz de construir infraestructura, ganar guerras y llevar gente a la Luna”, afirma.
Sin embargo, a partir de la década de 1960, activistas tanto de derecha como de izquierda percibieron cada vez más al entramado gubernamental como una fuerza negativa, corrupta, dominada o simplemente incompetente, que debía ser limitada por múltiples niveles de normas y procedimientos.
Esta creencia, señala el autor, no ha dejado de extenderse en las últimas décadas, gracias a un Estado cada vez más grande y a la vez menos eficiente, incapaz de resolver los problemas de las personas, pero sí de crear todo tipo de regulaciones.
“Si se quiere que el Gobierno sea más eficiente, hay que darle más autoridad para tomar decisiones, no menos. Deben ser juzgados por los resultados que logran para los ciudadanos, y no por las normas que siguen”, concluye Fukuyama.
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