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Se estima que en República Dominicana hay más de tres millones de animales sin hogar. Así lo denuncian rescatistas, médicos y activistas, quienes aseguran que el abandono animal es alarmante, a pesar de la Ley 248-12 de Protección Animal y Tenencia Responsable promulgada en 2012.
“Los perros se rescatan enfermos con anemia, erliquia, babesia, algunas hembras llegan embarazadas y a todos hay que esterilizarlos o castrarlos para reducir la población callejera”, alertó Ivette García, presidenta de la Fundación de Blanck.
En este panorama, la falta de una política pública efectiva, la indiferencia institucional y las promesas incumplidas configuran una emergencia que crece a la vista de todos. Muchos refugios sobreviven con donaciones esporádicas, voluntarios exhaustos y animales que esperan una oportunidad que rara vez llega.
“Una vez me contrató un candidato a diputado para hacerle promoción… me dicen que van a prestar atención a los animales y cuando pasan las elecciones y esta persona pierde, se esfumaron”, recordó la comunicadora Jessica Pereira.
Los testimonios se repiten en diferentes zonas del país. En clínicas, calles y refugios improvisados, la historia de miles de perros refleja un sistema que prioriza garantizar su bienestar.
“Soy el proponente de la modificación a la Ley de Protección Animal 248-12. Es una propuesta de ley que he sometido varias veces, porque lamentablemente no ha contado con el consenso suficiente para prosperar”, expresó el senador Omar Fernández durante una entrevista exclusiva para el reportaje documental “Cuando la ley no protege: el ciclo invisible del maltrato animal en RD” del periódico HOY Digital.
Mientras tanto, quienes intentan cambiar la realidad de los animales callejeros lo hacen con sus propios recursos. El voluntario de la Fundación de Blanck, David Rodríguez, asegura que la falta de conciencia también tiene un componente de clase:
“Me da mucha lástima recibir aquí perritos abandonados por gente que en Navidad se enamora de un perrito… y después en verano se van a Europa y no se les ocurre otra cosa que abandonarlo en una gasolinera”.
El patrón es común: perros abandonados por razones económicas, de viaje o simple ignorancia. “Estos perros no tienen dueños, pero tuvieron dueños que los echaron un día a la calle”, explicó García.
El fenómeno también ha sido alimentado por la cultura de consumo. Shadel Henríquez, fundadora del refugio Fundapef:
“En un país tan mestizo como este a la gente le gusta tener perros de raza, cuando la gran mayoría no sabe el compromiso que es tener uno, no sabe que un bulldog francés que tú compras por ahí sufre de muchísimas patologías…”
Aunque la Ley 248-12 prometió un cambio, la realidad exige algo más que documentos: requiere conciencia, recursos y un compromiso colectivo que no desaparezca con cada temporada electoral.
Cada perro en la calle cuenta una historia, y cada historia nos recuerda que los animales esperan una segunda oportunidad.
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