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Blindar la frontera no detiene el paso de drogas

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La frontera sur de Estados Unidos ya no es una simple línea territorial; se ha transformado en una de las áreas más militarizadas del país en tiempos de paz.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Miami. La frontera sur de Estados Unidos ya no es una simple línea territorial; se ha transformado en una de las áreas más militarizadas del país en tiempos de paz. La cantidad de soldados desplegados – 11 mil 900 efectivos, según el Comando Norte (USNORTHCOM) – iguala o sobrepasa el tamaño operativo de una división militar completa, superando inclusive la concentración de tropas en las llamadas “Zonas Verdes” de Irak o Afganistán (lugares donde se concentraban los altos mandos militares y políticos), donde raramente se reunían más de 10 mil soldados en una misma zona fortificada. ¿El argumento? La guerra contra el flujo migratorio y de drogas.

Además, se suman los más de 50 mil agentes de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) y la Patrulla Fronteriza (USBP), de los cuales casi nadie ha hablado, que se unen a los soldados para controlar el flujo migratorio y el tráfico ilícito de drogas.

No solo se trata de efectivos, sino también de tecnología de combate: radares AN/TPQ-53, diseñados para detectar morteros y misiles en campos de batalla, ahora adaptados para identificar drones lanzados por el narco; torres de vigilancia autónomas Anduril, equipadas con cámaras térmicas y sensores de largo alcance, muchas de ellas operadas por inteligencia artificial que analiza patrones de movimiento humano; sistemas WAMI (Wide-Area Motion Imagery) (Tecnología originalmente utilizada en Mosul y Helmand) para monitorear áreas remotas de la frontera. Y satélites de inteligencia para vigilar actividades en la frontera, enfocándose en detectar movimientos de cárteles y cruces ilegales. De igual manera, se han puesto en marcha aeronaves como el Lockheed U-2 y el RC-135 Rivet Joint, que realizan misiones de vigilancia para rastrear actividades sospechosas y recabar inteligencia sobre organizaciones criminales. “Estamos viendo cómo lo que antes se usaba para cazar insurgentes, ahora se utiliza para vigilar y detener a inmigrantes”, comentó John Kirby, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional en marzo.

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El gobierno de Donald Trump justifica este despliegue señalando que “si no tenemos frontera, no tenemos país”.

Sin embargo, Guillermo Alberto Hidalgo, experto en seguridad nacional, subraya que a quienes Trump “llama ‘enemigos'”; es decir, los migrantes, “no van armados ni están entrenados para una guerra”.

Este “blindaje” fronterizo ha dado frutos en el tema migratorio. De acuerdo con datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), las detenciones por cruce ilegal en lo que va de 2025 han descendido a niveles históricamente bajos. En marzo se registraron aproximadamente 7 mil 180 aprehensiones de migrantes que cruzaron sin autorización la frontera con México; en abril se registraron cerca de 8 mil 400 aprehensiones. Estas cifras representan una caída de más del 90% en comparación con diciembre de 2024, cuando se registraron alrededor de 102 mil detenciones; en diciembre de 2023, el promedio mensual fue de 155 mil aprehensiones y de 127 mil mensuales que promedió el mismo organismo en 2022. Si se mantiene esta tendencia, el año fiscal 2025 cerraría con menos de 100 mil cruces ilegales, una cifra incluso inferior a las registradas en 2016 (408 mil 870) y 2017 (303 mil 916), antes del auge de las caravanas centroamericanas. “Esto es lo que llamo control total”, celebró Trump en abril en Yuma. “Ningún otro presidente ha hecho lo que yo he hecho aquí”.

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Pero en lo referente al tráfico de drogas, la historia es diferente. Particularmente, en el tema del fentanilo. “Para tener una mejor comparación, piensen que esta epidemia de sobredosis por opioides -en Estados Unidos-, encabezada por el fentanilo, ha dejado más muertos que todas las guerras de Estados Unidos desde Vietnam” subraya Hidalgo. Las estadísticas internas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) revelan que la principal causa de muerte entre adultos de 18 a 44 años en la Unión Americana sigue siendo la sobredosis de drogas, especialmente por fentanilo.

En 2022, los CDC documentaron más de 112 mil 600 muertes por sobredosis, la mayoría relacionadas con opioides sintéticos como el fentanilo. En 2023, el número se mantuvo alto, con aproximadamente 110 mil muertes, de las cuales más de 72 mil estuvieron vinculadas específicamente al fentanilo fabricado ilícitamente, según el Morbidity and Mortality Weekly Report. Pero en 2024, ocurrió un cambio inesperado. Las muertes bajaron a poco más de 80 mil 300, una caída del 27% en un año, y aunque la cifra sigue siendo considerable y preocupante para las autoridades de salud pública en la Unión Americana, representó el descenso más pronunciado desde que la epidemia comenzó hace más de una década.

Especialistas médicos entrevistados en diversos medios coinciden en que esta disminución no fue gracias a la militarización de la frontera sur de Estados Unidos. “Las razones de esa disminución”, explica a EL UNIVERSAL un portavoz de los CDC, “se deben, en primer lugar, a la distribución masiva de naloxona, el antídoto de uso comunitario que revierte las sobredosis si se aplica a tiempo”. La directora del Centro Nacional para la Prevención y el Control de Lesiones de los CDC, Debra Houry, lo explicó con claridad: “estamos viendo el efecto directo de una política pública basada en la ciencia; más naloxona salva más vidas. Punto”. A ello se sumaron el uso generalizado de tiras reactivas para detectar fentanilo en drogas mezcladas y la expansión de programas de reducción de daños.

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Mientras tanto, los datos sobre incautaciones de drogas en la frontera sur revelan una paradoja. En los primeros cuatro meses de 2025, las incautaciones de fentanilo fueron de apenas mil 433 kilos, un 48% menos que en el mismo periodo de 2024, según USAFacts. No obstante, esto no necesariamente indica que menos droga está cruzando. De acuerdo a un informe de CBP al que este diario tuvo acceso, “la mayoría de este opioide ingresa por los puertos legales de entrada, camuflado en autos y camiones; y no por los senderos del desierto” que vigilan soldados y agentes armados. “Más del 90% del fentanilo incautado proviene de cruces controlados y la mayoría de los traficantes detenidos son ciudadanos estadounidenses” dice otra parte del informe.

La presencia militar, aunque disuasoria frente a migrantes, ha tenido un impacto marginal en la contención del fentanilo. John Kirby, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, lo resumió con franqueza en marzo: “Podemos desplegar radares, drones y tropas; pero si no detenemos la demanda interna ni ampliamos el acceso a naloxona, seguiremos contando cadáveres”. En paralelo, mientras las muertes por fentanilo han disminuido, las incautaciones en Estados Unidos de metanfetaminas aumentaron un 30% solo entre marzo y abril de 2025, según el informe mensual de CBP, “lo que indica que el narcotráfico continúa adaptándose y reconfigurando rutas y sustancias” advierten en CBP.

“No nos confundamos, se trata de dos tendencias diferentes para dos drogas distintas; mientras un tipo de droga -fentanilo- disminuye en volumen incautado, otra -metanfetaminas- aumenta. Este patrón es habitual en mercados ilícitos que buscan nuevas rutas y están constantemente reinventándose” explica Hidalgo.

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Así, en una especie de doble tablero, Estados Unidos muestra dos respuestas muy distintas a dos crisis que a menudo se confunden; a la migración, una respuesta militar sin precedentes y a la sobredosis, una respuesta médica, de salud pública, basada en la reducción de daños. El contraste entre ambas políticas se manifiesta no solo en los métodos, sino también en los resultados; mientras la militarización de la frontera ha logrado disminuir drásticamente los cruces ilegales, aunque no el tráfico de drogas, como lo demuestran informes de CBP, la disminución de las muertes por sobredosis ha sido posible gracias a herramientas como la naloxona y no a las fuerzas armadas estadounidenses.

“Se trata de entender qué salva vidas”, concluyó el epidemiólogo Dan Ciccarone de la Universidad de California en San Francisco, “en este momento, el medicamento en una mochila escolar o universitaria está haciendo más que todo un batallón en la frontera”.

La verdadera batalla por la vida se libra en otros terrenos y el dato es ineludible, en 2024 murieron más de 80 mil personas por sobredosis, muchas menos que el año anterior; pero no por la presencia de tropas estadounidenses en la frontera con México, sino porque alguien, a tiempo, les administró un spray nasal de 30 dólares. Un costo inmensamente más conveniente que la decena de miles de millones de dólares que se están gastando en la frontera sur estadounidense.

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