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Cómo 150 minutos semanales de actividad física a los 50 pueden retrasar el alzhéimer

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Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Esta es una de las conclusiones de un artículo científico sobre actividad física y alzhéimer del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro promovido por la Fundación “la Caixa”, y el Barcelonaβeta Brain Research Center (BBRC), centro de investigación de la Fundación Pasqual Maragall.

Publicado en la revista Alzheimer’s & Dementia, el estudio calcula que un 13 % de los casos de alzhéimer a nivel global podrían atribuirse a la inactividad física, perjudicial para la salud cerebral.

Si bien se ha investigado ampliamente cómo el ejercicio reduce el riesgo de alzhéimer al mejorar la salud cardiovascular y mental, estudios recientes sugieren que la actividad física puede tener un impacto directo en el desarrollo de las patologías cerebrales asociadas con la enfermedad, explica el ISGlobal.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda entre 150 y 300 minutos de actividad moderada a la semana o entre 75 y 150 minutos de actividad intensa a la semana.

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La investigación contó con la participación de 337 personas pertenecientes a la cohorte del estudio ALFA (ALzheimer’s and FAmilies), del BBRC.

Se les hizo un seguimiento de cuatro años a residentes en Cataluña de mediana edad con historial familiar de alzhéimer.

“Utilizamos cuestionarios de actividad física para evaluar el cambio de actividad en un periodo de 4 años, y pruebas de neuroimagen con el fin de analizar los efectos del ejercicio en la estructura y función cerebrales”, explica Müge Akıncı, investigadora doctoral en ISGlobal y en el BBRC en el momento de realizar el estudio y primera autora del mismo.

Así, el estudio clasifica a las personas en:

La beta amiloide (Aβ) es una proteína que puede obstaculizar la comunicación neuronal si se acumula en el cerebro y se considera el primer evento patológico de la enfermedad de Alzheimer.

Aquellos participantes que incrementaron su actividad física hasta alcanzar los niveles recomendados por la OMS presentaron una menor acumulación de beta amiloide en comparación con aquellos que mantuvieron un estilo de vida sedentario o disminuyeron su actividad física.

Además, a mayor aumento de actividad, mayor reducción de la carga de amiloide.

Los participantes no sedentarios del estudio también mostraron un mayor grosor cortical en regiones del cerebro relacionadas con el alzhéimer.

El grosor cortical en áreas temporales mediales es clave para la memoria, por lo que su adelgazamiento o atrofia (pérdida de volumen) es un signo temprano de neurodegeneración.

“Incluso aquellas personas que realizaban una actividad física menor a la recomendada mostraron mayor grosor cortical que las sedentarias, lo que sugiere que cualquier nivel de movimiento, por mínimo que sea, aporta beneficios para la salud”, precisa Müge Akıncı.

Los investigadores observaron que el beneficio de la actividad física parece estar relacionado con el aumento del ejercicio a lo largo del tiempo, más que con el cumplimiento de un umbral específico de actividad.

“Estos resultados refuerzan la importancia de fomentar el ejercicio en la mediana edad como estrategia de salud pública para la prevención del alzhéimer”, destaca Eider Arenaza-Urquijo, investigadora de ISGlobal e investigadora principal del estudio.

“Intervenciones dirigidas a promover el aumento de la actividad física podrían ser clave para reducir la incidencia de la enfermedad en el futuro”, concluye.

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