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En el mundo, aproximadamente 260 millones de personas padecen asma, una enfermedad crónica e inflamatoria de los bronquios que puede acarrear graves consecuencias si no se sigue el tratamiento correcto.
Cada 7 de mayo se celebra el Día Mundial del Asma para concienciar y aprender más sobre esta patología respiratoria. La fecha es impulsada por la Global Initiative for Asthma (GINA), en asociación con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el tema de este año es “la educación sobre el asma empodera”, destacando la necesidad de buscar atención médica a tiempo.
El asma es una de las enfermedades crónicas no transmisibles más comunes y es responsable de más de 450.000 muertes cada año en todo el mundo, siendo la mayoría de ellas prevenibles, según la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica (AAAeIC).
En Latinoamérica, el asma no solo representa una gran preocupación de salud pública sino también una carga económica significativa, absorbiendo cerca del 70% de los gastos en atención no programada y hospitalizaciones.
Particularmente en Argentina, se destaca como el trastorno inflamatorio crónico que más recursos económicos consume dentro de la población infantil, de acuerdo con lo reportado por la AAAeIC.
Asimismo, la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR) señala que, a pesar de los avances terapéuticos, en el país 4 millones de personas conviven con la enfermedad y se registran más de 15.000 casos de hospitalizaciones por crisis asmáticas anuales, lo que evidencia la urgencia de una mayor educación, visibilización y control de la enfermedad.
Debido a que afecta a la población más activa de la sociedad, se estima que genera ausentismo escolar en aproximadamente el 60% de niños asmáticos y una pérdida de productividad laboral promedio del 35%.
Si bien esto ha mejorado en las últimas dos décadas, aún queda mucho por hacer. Los expertos de la AAMR estiman que 1 de cada 3 pacientes todavía no logra controlar adecuadamente su asma, es decir, sigue con síntomas o experimenta crisis.
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El doctor Manuel Ibarrola, co-coordinador de la Sección Enfermedades Obstructivas de la AAMR enfatiza: “Tener el asma bajo control significa no presentar síntomas, no tener limitación para las actividades diarias y tener una función respiratoria normal”.
El asma se caracteriza por síntomas como falta de aire, dolor u opresión en el pecho, tos persistente y sibilancias al respirar.
La variabilidad de estos síntomas, junto con periodos asintomáticos, a menudo lleva a los pacientes a abandonar el tratamiento, algo muy perjudicial para el manejo de la enfermedad.
Los medicamentos por vía inhalatoria son efectivos para aliviar los síntomas en la gran mayoría de los pacientes y ayudan a las personas asmáticas a llevar una vida normal y activa. Además, los síntomas se pueden atenuar evitando los factores que los desencadenan.
La educación y el control de afecciones coexistentes, como la rinitis crónica, sinusitis crónica, reflujo gastroesofágico, obesidad, el uso de medicamentos concomitantes y el tabaquismo, son fundamentales para mejorar el control del asma.
Si bien aún se desconoce el origen preciso de la enfermedad, sí está claro cómo se desarrollan los mecanismos de esta inflamación. Gracias a múltiples estudios en grandes poblaciones, hoy se sabe que -además de la predisposición genética- muchos factores en la vida cotidiana y, sobre todo, en la infancia generan una mayor propensión y contribuyen a la falta de control.
Especialmente en los primeros tres años de vida, la exposición en el hogar a alérgenos, humos (de cigarrillo y/o de leña), la contaminación ambiental y las infecciones virales pueden colaborar en el posterior desarrollo de asma. Muchos de ellos son evitables y, en general, afectan en mayor medida a poblaciones con bajos recursos socioeconómicos.
“El asma, en más del 80% de los casos, se asocia a factores alérgicos e infecciones virales”, señalan expertos de la AAAeIC, resaltando así la complejidad de sus causas, que incluyen desde el ejercicio físico y el aire frío hasta condiciones concomitantes como la rinitis alérgica, la dermatitis atópica, la obesidad y el reflujo gastroesofágico. Resulta crucial, entonces, un enfoque integral que abarque tanto los desencadenantes ambientales como los factores de riesgo personales.
El tratamiento adecuado y continuo es esencial para que los pacientes puedan disfrutar de una buena calidad de vida, ya que más del 90% de los casos pueden controlarse eficazmente con el uso de corticosteroides inhalados y, en algunos casos, broncodilatadores.
No todas las personas con asma reciben el mismo tratamiento, éste varía en función de la severidad de la enfermedad.
“Las herramientas para el manejo de las enfermedades crónicas son muchas y muy variadas”, afirmó el doctor Ibarrola. La importancia de la consulta médica y el conocimiento por parte del paciente sobre su enfermedad son cruciales.
Al tener síntomas tan variables con periodos de tiempo asintomáticos, muchos pacientes suelen abandonar los tratamientos, algo que no debe hacerse. Por ese motivo, es importante que cada paciente conozca las características de su enfermedad y pueda reconocer los síntomas de empeoramiento (exacerbación), para actuar precozmente en su manejo.
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