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Dos chistes pésimos: Ministerio del Hombre y áreas para musicólogos

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El Gobierno, con el firme propósito de achicar la estructura estatal, ha encontrado una idea peregrina: una diputada propone un Ministerio del Hombre.

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El Gobierno, con el firme propósito de achicar la estructura estatal, ha encontrado una idea peregrina: una diputada propone un Ministerio del Hombre.

De verdad. En un país con ministerios existentes que no funcionan bien, se plantea añadir otro, para representar al género con más historia.

No es poca cosa: de prosperar, seríamos el único país con un ministerio solo para hombres. Mientras otras naciones se enfocan en mejorar servicios y reducir desigualdades, aquí lideraremos la burocracia parasitaria.

Una innovación que haría que cualquier comité de gobernanza se llevara las manos a la cabeza, ¡de risa!

Lo irónico es que se plantea en nombre de la “equidad”, como si en pleno siglo XXI el problema fuera la discriminación contra los hombres. En vez de fortalecer políticas públicas inclusivas desde los ministerios ya existentes, se propone un organismo paralelo que difícilmente resolverá algo.

Además, la senadora de San Pedro de Macorís, con una creatividad digna de análisis antropológico, propone zonas especiales para música a “alto volumen”, todo “sin perjuicio de la tranquilidad y seguridad”. Un logro legislativo: combinar ruido con tranquilidad, escándalo con seguridad y desorden con planificación. Es magia tropical.

Lo que sugiere es institucionalizar el ruido. Legalizar la contaminación sónica, pero en áreas específicas. Zonas rosas, donde resuenen la música, los motores, las bocinas y los dramas etílicos de la madrugada. Todo legalizado y con fondos públicos, claro: si algo merece inversión estatal, es el derecho a poner dembow a 120 decibeles.

Resulta asombroso que se ignoren los espacios ya existentes para el entretenimiento, con normas, licencias y cierto respeto por la convivencia. Pero no: mejor crear guetos acústicos para romper tímpanos sin consecuencias.

Total, ¿quién necesita paz, salud auditiva o descanso cuando se puede tener una esquina oficial del desorden?

Si un chiste es malo cuando no causa risa o genera incredulidad, por falta de ingenio, humor, o por no entender la referencia, estos son dos de los peores chistes. Para reír, no para llorar.

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