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Si no es un montaje para probar eficiencia, los resultados del programa del Centro Gastronómico Supérate exhibidos por cientos de mujeres emprendedoras durante una feria en la sede del Banco Agrícola (Bagrícola) son dignos de elogio.
La producción cumple el propósito de programas sociales y no solo asistenciales, al transformar a los beneficiarios en emprendedores.
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El mensaje de la fábula bíblica de enseñar a pescar en vez de dar pescado se manifiesta con el caso de las mujeres de Constanza respaldadas por Supérate y el Bagrícola.
Aquellas personas que solo piensan en ayuda y el propio Gobierno deberían considerar la producción de las mujeres de Constanza como un incentivo para combatir la pobreza.
Verdaderamente es gratificante que cada vez más personas se sumen al mercado productivo mediante el emprendimiento y que el Gobierno haya ideado un programa de apoyo para fomentar y respaldar los sueños de superación.
Siendo inusual, impacta que mujeres rurales desarrollen sus capacidades productivas para mejorar sus condiciones de vida sin depender, para subsistir, de la asistencia pública. Es, además, otro buen ejemplo de que querer es poder.
