Deportes

Francisco, un papá futbolero y con espíritu humanitario

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Muchas de las virtudes necesarias para realizar una actividad deportiva, como la perseverancia, la estabilidad, la templanza, forman parte también de las virtudes cristianas.

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Al fallecer el papa Francisco el lunes 21 de abril, los medios de comunicación del mundo no tardaron en subrayar la relación de afecto y pasión, que trascendió lo personal, del Pontífice argentino por el llamado deporte rey, el fútbol.

Tales referencias no se limitaron a detallar la conocida afición de Jorge Mario Bergoglio por el club San Lorenzo de Almagro, cuyo juego atractivo, cuentan, le dejó impresionado cuando a sus nueve años lo vio ganar la liga argentina en 1946 y que, hasta su muerte a los 88 años, mantuvo su membresía honoraria, número 88.235. El club de Buenos Aires cuenta con cerca de 90.000 socios.

Tanto como su afición por el balompié y el San Lorenzo, se han destacado las lecciones que externó utilizando metáforas deportivas en sus mensajes, comparando la vida cristiana con un juego en equipo.

Una de las lecciones de lo que debe ser la filosofía del deporte la expuso en un mensaje leído en Río de Janeiro en 2022 con motivo de un homenaje al brasileño Pelé, tras la partida del tres veces campeón del mundo. “Muchas de las virtudes necesarias para realizar una actividad deportiva, como la perseverancia, la estabilidad, la templanza, forman parte también de las virtudes cristianas. Pelé fue sin duda un atleta que manifestó estas características positivas del deporte en la vida”, dejó Francisco.

Ante una multitud de jóvenes italianos, jugadores de fútbol y entrenadores, en 2019, el Papa reflexionó: “Queridos amigos: el fútbol es un juego de equipo, no se puede divertir solo. El balón se convierte en un medio para invitar a personas reales a compartir amistad, a encontrarse en un espacio, a mirarse a la cara, a desafiarse mutuamente para poner a prueba sus habilidades. Y si se vive así, puede hacer bien a la mente y al corazón en una sociedad exasperada por el subjetivismo”.

Más allá de su relación con el deporte, el papado de Bergoglio tuvo un enfoque progresista en temas como el medio ambiente, la economía global (criticó “el capitalismo salvaje”, la acumulación de dinero por el dinero, el consumismo, siempre en defensa de los más desposeídos), impulsó una mayor inclusión de las mujeres dentro de la Iglesia y suavizó posturas tradicionalmente rígidas en temas de la diversidad sexual, así como acercamientos a religiones rivales al catolicismo, elementos que generaron tanto elogios como resistencias.

Con frecuentes mensajes de orientación a diferentes grupos sociales y del planeta, el Papa Francisco siempre estuvo atento para ofrecer su solidaridad ante tragedias en cualquier parte del mundo, así como recurrentes llamados a la paz en regiones conflictivas, lo cual lo señalan como un papa más atento a los tantos problemas del mundo que sus antecesores.

Dentro de su misma confesión, Francisco propugnó por una Iglesia más participativa, que en lugar de una estructura jerárquica y centralizada, propuso una Iglesia en que los obispos de todo el mundo tengan más voz en la toma de decisiones.

Lo que se vio de Francisco al frente de la cúpula vaticana fue un papa con mucho sentido de humanidad, el papa más humanista al menos del último siglo. Esa sensibilidad humana, quizá sí, quizá no, puede que venga de su crecimiento como persona ligado al deporte, a través del fútbol, el cual practicó por horas en su infancia y que en sus memorias reconoció que no fue buen jugador.

Ojalá que el sucesor de Francisco, aunque no sea futbolero ni seguidor de deporte alguno, dé continuidad al papado progresista y humanista que trazó el Pontífice argentino. La sociedad global actual no necesita un líder de la Iglesia Católica plegado a las corrientes conservadoras que crecen en el mundo y que son demasiado evidentes.

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