Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
Hablar con Joan Manuel Serrat es casi tan hermoso como escucharlo cantar. A los 81 años, Serrat tiene una memoria prodigiosa. Va desvelando sus recuerdos y pensamientos como si estuvieran dentro de muñecas rusas o fueran capas de cebollas, ese vegetal que inspiró uno de los poemas más bellos de Miguel Hernández y que él convirtió en una canción inolvidable.
El autor de canciones tan emblemáticas como “Mediterráneo”, “Cantares”, “Lucía” y “Penélope” habló con BBC Mundo en el marco del festival Centroamérica Cuenta, que concluyó ayer sábado en Guatemala.
Hablemos de América Latina, que ha tenido en tu vida y en tu carrera un papel bastante relevante desde que eras muy joven. ¿Qué significa América Latina para ti?.
América Latina es en cierta manera un conjunto de territorios, y cada uno de ellos ha formado parte de mi vida. Sin duda, yo tengo una gran relación con la región, que se ha dado por interés propio. Yo me he sentido muy partícipe de su historia. Han ocurrido tantas cosas aquí que me habría sido imposible pasar por ella de otra forma.
El cariño de la gente me ha hecho sentir parte y mi curiosidad, partícipe. Me ha tocado compartir tiempos realmente extraordinarios, bellísimos y tiempos, como diría Mario Vargas Llosa, muy recios, muy difíciles, en los que he experimentado pérdidas personales cercanas, desapariciones de amigos que de un día a otro dejamos de ver, de saber de ellos, y que aún hoy no sabemos a ciencia cierta de qué manera concreta desaparecieron. En fin, mi vida está hecha de retazos de América Latina, porque he dejado retazos de mi vida en cada una de estas experiencias.
Uno de esos momentos recios fue tu exilio en México en 1975, donde te quedaste después de que el gobierno de Franco dictara una orden de búsqueda y captura en tu contra. Si cierras los ojos, ¿cómo ves a ese hombre que no podía volver a España?
Era un hombre triste que procuraba divertirse todo lo que podía.
Tenía una tristeza del exilio que me acompañaba por más que mantuviera la ilusión y el ánimo en alto, y tuviera la certeza de que esto se acababa, que no duraba más de cuatro días. Me era muy difícil desprenderme de ella y me hizo muy difícil la escritura.
Si tú me preguntas cuándo escribí una canción, puedo más o menos saber la época, pero no tengo nunca la certeza. La única certeza que sí tengo es que yo en aquellos años no escribí absolutamente nada. Lo intenté, sí, pero lo que aparecía era muy seco, muy triste.
¿Te acuerdas de qué te salió cuando volviste a España después de estar ese tiempo sin escribir en México?
Sí, lo primero que quise fue trabajar en un disco con poemas de Joan Salvat Papasseit, que era un poeta maravilloso, muy cercano a mí, no tanto por el lenguaje, sino por el barrio.
Y después ya inmediatamente vinieron otros discos. Fue una época muy productiva.
Piensa también que cuando yo regreso a España la vida florece por todos los lados. Franco ha muerto y la libertad sube por los quioscos, las calles, los teatros, y se derrumba la moral nacional católica que teníamos allí. La gente empezaba a vivir una vida más libre, más descarada, y los movimientos artísticos también florecieron mucho. Había mucha espuma y mucho fuego para poner la olla.
Me imagino que tienes muchos hitos en América Latina. A mí personalmente, porque lo viví, se me viene a la cabeza cuando volviste a Chile en 1990 tras el regreso de la democracia y cantaste “Volver a los 17” en el Estadio Nacional. Fue un momento muy emocionante para el país, para el público.
¿Cómo lo viviste tú?
Para mí fue tremendo. Primero porque hacía poco más de un año que había intentado entrar a Chile cuando fue el plebiscito de 1988. Y no me dejaron entrar. Me tuvieron retenido durante un tiempo y me devolvieron a España. Iba con una delegación muy amplia de gente española, incluidos políticos, y curiosamente a mí fue el único que me retuvieron.
Luego, cuando volví, Patricio Aylwin ya había asumido, y eran otras las circunstancias, aunque todavía había presos políticos. Yo estuve visitando gente en las cárceles que no tardaron mucho en salir, pero que todavía estaban ahí.
Y debo confesar que el ambiente que se respiraba en general era de un gran temor al gobierno militar, porque mis propios amigos y compañeros, cuando conversábamos en espacios abiertos, hablaban con mucha cautela de las cosas. Y debo confesar que el ambiente que se respiraba en general era de un gran temor al gobierno militar, porque mis propios amigos y compañeros, cuando conversábamos en espacios abiertos, hablaban con mucha cautela de las cosas.
¿Y Violeta Parra y “Volver a los 17”?
¡Ah! La Negra… Yo tengo unos personajes que pueden ser muy curiosos, pero forman parte de mi educación profunda sentimental con América Latina: Violeta, Yupanqui, Gardel. Pero el único disco entero que hiciste de un poeta latinoamericano fue de Mario Benedetti.
¿Por qué Benedetti?
Porque le tengo mucho cariño. Y hablo en presente porque lo tengo siempre presente.
Benedetti es uno de los poetas más cantables que yo he conocido, y uno de a los que más le gustaba que le cantaran las canciones.
Fíjate que se han hecho barbaridades con Benedetti, como con muchos poetas musicados, pero a él nunca le importó nada, nunca discutía. Él, como Miguel Hernández, decía que la poesía es una canción que debe salir soplada por los poros. Y era muy agradecido con quien le musicaba poemas. Creo que de todos, Mario fue el poeta que más promocionó la poesía cantada. Les gustará más a unos que a otros, pero así es. O sea, fue por eso, pero también y sobre todo, porque estaba en España, y podía hablar con él y contestaba rápidamente a las propuestas.
Era muy consciente de que no es lo mismo la letra de un poema que la de una canción, y que en muchos casos es necesario, si quieres ajustar bien ambas cosas, que el poeta sea muy tolerante. Como yo nomás había musicado poetas difuntos, no tuve nunca la posibilidad de poder hablar con ellos para tratar de modificar nada, para saber qué habrían pensado (Antonio) Machado o Hernández, por ejemplo. Así que nunca modifiqué nada.
En cambio, ahora que tenía al poeta vivo, sí agradecí que nos viéramos constantemente.
Hace casi dos años y medio que hiciste tu última gira, “El vicio de cantar”, pero no has parado.
Estás recibiendo premios, viajando, participando en charlas, en eventos. Al final, más que un retiro se podría decir que hubo una transformación de Serrat, ¿no?
¡Ah! Es que el vicio de cantar está hasta sus últimas consecuencias en uno, pero ahora lo reservo solo para ocasiones en las que coincidan muchas cosas. No tengo un método, pero sea lo que haya hecho no me ha ido mal. Además, porque no he esperado a tener 80 años para saber que todo pasa muy deprisa y que hoy eres fuego y mañana olvido.
Agregar Comentario