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Específicamente, Biden padece cáncer de próstata en un “estado agresivo” con metástasis óseas, tal como anunció su oficina el domingo pasado en un comunicado, aunque “parece ser sensible a las hormonas, lo cual permite un tratamiento efectivo”.
“El presidente y su familia están evaluando diferentes opciones de tratamiento con sus médicos”, señalaba el comunicado. A nivel global, el cáncer de próstata es el cuarto más frecuente, superado por los de pulmón, mama, y colon y recto.
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Entre los hombres, ocupa la segunda posición, por detrás del de pulmón, según datos del Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC) de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
También en Estados Unidos es el segundo más común, después del de piel, como indica la Sociedad Americana contra el Cáncer, la cual estima que para este año se diagnosticarán alrededor de 313.780 casos nuevos. Los cálculos de esta sociedad estadounidense señalan, además, que para 2025 se registrarán un total de 35.770 muertes en ese país.
Según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), el cáncer de próstata es un tumor maligno que se origina en las células que componen la próstata.
Entre los factores de riesgo, la edad es el principal, aumentando a partir de los años en hombres de raza blanca, y a partir de los 40 en los de raza negra, o con antecedentes familiares de este tumor, tal como explica la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). De hecho, si bien es el segundo más frecuente en hombres, es el primero en aquellos mayores de 65 años.
La raza es otro de los factores, ya que es más común en los de raza negra y menos en los países asiáticos; además, en los primeros la enfermedad tiene peor pronóstico.
Hasta el 10% de los casos de cáncer de próstata tienen un componente genético, explica la SEOM, de manera que los hombres con un familiar de primer grado diagnosticado con este tumor tienen mayor probabilidad de desarrollarlo, e incluso puede aparecer a una edad más temprana, por debajo de los 55 años.
Una dieta rica en grasas animales y baja en verduras, la obesidad y el tabaco también influyen, aunque en menor medida. Cuando el tumor de vejiga crece, puede producir síntomas urinarios como la disminución del calibre o interrupción del chorro de orina; aumento de la frecuencia de la micción, especialmente nocturna; y dificultad para orinar o escozor al orinar.
Y otros menos frecuentes, continúa la SEOM, como la presencia de sangre en la orina y/o en el semen o impotencia sexual. Por su parte, en fases avanzadas de la enfermedad pueden aparecer dolores óseos, debido al desarrollo de metástasis en los huesos -como Biden- con posibilidad de fracturas, cansancio y pérdida de peso, hinchazón de piernas o complicaciones graves como pérdida de fuerza en estas extremidades -por compresión de la médula espinal en casos de afectación de la columna vertebral-.
La mayoría de los casos se diagnostica en una etapa inicial -en la cual los pacientes no presentan síntomas-, al detectar un PSA elevado, que es una sustancia producida exclusivamente por las células que conforman la próstata. También se puede diagnosticar tras una alteración en el tacto rectal.
Para determinar el estadio de la enfermedad, se debe realizar un estudio de extensión, lo cual es fundamental para poder planificar y ofrecer el mejor tratamiento a cada paciente en cada momento de la enfermedad. La SEOM señala que el tratamiento básico que debe recibir cualquier paciente con cáncer de próstata avanzado, desde el momento del diagnóstico, es el tratamiento hormonal con terapia de privación androgénica (TPA), dado que las células del cáncer de próstata dependen de la testosterona para crecer y reproducirse.
Para lograr la privación de andrógenos, se recurre a la cirugía, la cual consiste en la castración mediante orquiectomía bilateral, es decir, la extirpación de los testículos para la disminución “rápida y definitiva” de la testosterona.
Sin embargo, esta se ha sustituido por la castración farmacológica y la cirugía solo se consideraría en situaciones muy específicas como, por ejemplo, la compresión de la médula espinal producida por metástasis.
También se recurre a los fármacos análogos de GnRH, que inhiben la producción de andrógenos actuando sobre la hormona que regula su síntesis. La SEOM insiste en que hasta hace unos años, la terapia de privación androgénica exclusiva era el tratamiento estándar y el único recomendado en pacientes con cáncer de próstata avanzado.