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La democracia costó mucha sangre y sacrificio al pueblo dominicano. El siglo XX es ejemplo de ello, con más de 50 años bajo dictaduras o déspotas.
Pensando en el presente y el futuro, es necesario mirar atrás y analizar las causas sociales y las coyunturas que posibilitaron regímenes de fuerza.
Un ejemplo es Rafael L. Trujillo, quien gobernó con mano de hierro por 31 años. El dictador no surgió de la nada, fue producto de contradicciones locales y un giro hacia una política dictatorial de los Estados Unidos.
Trujillo, hombre sanguinario, fue impulsado por la intervención militar estadounidense, que requería a alguien así para sus intereses. Pero también hubo una factura local.
Hablar de Trujillo y omitir en su formación y fortaleza a Estados Unidos y la iglesia católica, sería falsear la verdad. Lo mantuvieron en el poder mientras les fue útil.
La revolución cubana obligó a los estadounidenses y a la iglesia a cambiar de rumbo y dejar fuera de juego al dictador.
Pese al fracaso militar de la expedición del Movimiento de Liberación Dominicana, los días del dictador estaban contados.
Los dominicanos deben analizar a fondo la caída de Trujillo, y el surgimiento y permanencia de su dictadura. El hombre murió, pero sus métodos perduran hasta hoy.
Hemos seguido teniendo autoritarismo, limitaciones de libertades, luces y sombras dentro de la democracia, pero el deseo del pueblo siempre ha sido vivir en libertad y respeto.
Nunca más debe surgir un monstruo político que intente copiar los métodos trujillistas. Vivimos en democracia y debemos mantener la llama de la libertad. Reconocimiento eterno a los héroes del 30 de mayo y su sacrificio por devolver la libertad a la República Dominicana.
Manuel Hernández Villeta
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