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La crisis política, social y económica ha empujado a un número creciente de haitianos a buscar amparo espiritual en el vudú, una fe que ha sobrevivido siglos de persecución y continúa siendo un pilar en la vida diaria del país. “Los políticos nos han fallado, los líderes religiosos tradicionales nos han fallado. Ahora, los loas (espíritus) son nuestra última defensa”, explica a EFE Augustin St-Clou, también conocido como ‘Le Roi Vudú’ (El Rey Vudú).
En Haití, más de un millón de personas, cerca del 9 % de la población del país, están desplazadas por la violencia, según cifras publicadas en 2024 por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Además, el año pasado 5.600 personas fueron asesinadas, 2.212 heridas y 1.494 secuestradas, de acuerdo con el informe de la ONU publicado en enero de 2025.
Ante este panorama sombrío, los houngans y mambos, sacerdotes y sacerdotisas del vudú, reciben visitas constantes de personas que buscan protección, amuletos contra la violencia o incluso la revelación del paradero de familiares secuestrados.
Los loas, espíritus intercesores entre el mundo de los vivos y el de los ancestros, son invocados en rituales para pedir guía, justicia o curación.
El vudú, una religión ancestral originada en África occidental y desarrollada en el Caribe, es un sistema espiritual complejo que fusiona cosmovisiones africanas, catolicismo e influencias indígenas.
En Haití, ha sido perseguido durante siglos, pero sigue siendo una fuerza viva; no solo como religión, sino como sistema de resistencia, cuidado colectivo y comunidad. “Podrán quemar nuestros templos, pero jamás extinguirán nuestra fe”, sentencia Le Roi Vudú, mientras un grupo de creyentes se inclina ante un altar cubierto de flores, botellas de ron y figuras de santos católicos que se confunden con los retratos de los loas. Una religión integrada en la política haitiana
El vudú también ha sido históricamente una fuerza política en Haití, desde la Revolución de 1791, donde la ceremonia de Bois Caïman impulsó la lucha por la independencia. Durante los regímenes de François “Papa Doc” y Jean-Claude “Baby Doc” Duvalier fue utilizado como una herramienta de control y represión. Papa Doc, inclusive, se autoproclamó Baron Samedi, el loa de la muerte, y empleó símbolos vudú para infundir temor en sus opositores.
Muchos houngans y mambos fueron reclutados como informantes del gobierno o como parte de los Tonton Macoutes, el grupo paramilitar creado por Francois Duvalier en su mandato de 1959, dando origen a las pandillas de hoy en día. “Es cierto que algunos utilizaron el vudú para el mal, pero no podemos culpar a la religión. Fue el ser humano quien la corrompió”, reflexiona Le Roi vudú.
El vudú también se ha utilizado como una fuerza política constructiva. En agosto de 2021, durante las negociaciones del Acuerdo de Montana, un plan propuesto por la sociedad civil para restablecer el orden en el país tras el asesinato del entonces preidente Joivenel Moïse, varios líderes vudú participaron activamente. “El Acuerdo de Montana no es solo una propuesta política, es una forma de reconstruir Haití desde sus raíces. Y el vudú es una de esas raíces”, explica un líder comunitario que prefiere el anonimato.
Sin embargo, el acuerdo nunca se implementó, sino que fue sustituido por el Consejo Presidencial de Transición (CPT) creado por la CARICOM, pero quedó claro que el vudú sigue siendo una estructura de poder en la sociedad haitiana.
Hoy, mientras Haití enfrenta múltiples crisis, los practicantes buscan reivindicar su fe, no como un instrumento de terror, sino como un pilar de resistencia y comunidad.
En un pequeño templo de Carrefour, en el barrio de Gressier de Puerto Príncipe, el sonido de los tambores resuena con fuerza mientras decenas de personas se reúnen en una ceremonia vudú.
El aire está impregnado de olor a incienso y cera de velas derretidas. Hombres y mujeres, vestidos con túnicas blancas, faldas y pañuelos de colores vivos, acordes con un ritual purificación o iniciación, entonan cánticos en criollo haitiano.
“No nos importa que nos odien, porque no pueden con nosotros, forma parte de quienes somos como Haitianos,” cantan a coro. En el centro del hounfò, el espacio sagrado, se erige un ‘poto mitan’, el poste central que simboliza la conexión entre el mundo terrenal y el espiritual.
Alrededor, las personas se balancean al ritmo de los tambores rituales, mientras algunos entran en trance. Una mujer de edad avanzada, con un pañuelo rojo atado en la cabeza y cuentas de colores colgando del cuello, empieza a temblar y susurra palabras ininteligibles.
“Ezili Dantò la! Ezili ap pale!”, grita un hombre de 35 años, señalando que el espíritu de Ezili Dantò, la protectora de las madres y guerreras, ha tomado posesión de su cuerpo.
Augustin St- Clou, también conocido como el Rey Vudú, observa con seriedad la ceremonia. Su túnica púrpura está adornada con símbolos bordados en oro y un gran asson, el sonajero sagrado hecho de calabaza y conchas, cuelga de su mano.
“El vudú ha sido nuestra resistencia desde la esclavitud. Hoy, en medio del caos, volvemos a él para buscar protección y esperanza”, dice mientras sus discípulos ofrecen velas, tabaco y ron a los loas.
Los rituales vudú son elaborados y varían según la ocasión. Para la curación, por ejemplo, el houngan o la mambo invoca a los loas que rigen la salud, como Ayizan o Damballah y se dibujan vèvès en el suelo con harina de maíz, representando la conexión con el espíritu invocado.
Dependiendo de cada loa las ceremonias y los colores cambian: azul para Agwe, el espíritu del mar; rojo y negro para Baron Samedi, el guardián de los cementerios; o verde para Simbi, el loa del conocimiento y la magia.
El oficiante recita oraciones en kreyòl y en francés mientras agita un asson, un instrumento sagrado hecho de calabaza y conchas, para llamar a los loas. “Un ritual de curación puede durar horas. Depende del espíritu que venga. Algunos necesitan ron, otros tabaco, otros sangre de gallina”, explica a EFE Augustin Montès, un houngan de Jacmel.
En su comunidad, muchos acuden a él antes de probar un hospital. “A veces no es una enfermedad del cuerpo, sino del alma.” Medicina y curación El vudú también cumple una función medicinal en Haití donde los hospitales están colapsados y muchas comunidades carecen de acceso a servicios básicos de salud, los houngans y mambos han retomado un papel central en la medicina tradicional
“Yo no puedo pagar un doctor, pero el houngan de mi barrio me curó con una infusión de hojas y un ritual”, cuenta Macson, un comerciante que prefiere no dar su apellido.
Macson estuvo internado en el Hospital General de Puerto Príncipe en 2024 por un cáncer de próstata que le impedía caminar. Sin embargo, el hospital cerró, y lo dieron de alta sin que pudiera continuar con la quimioterapia.
Sin acceso a ninguna institución de salud, recurrió directamente a su houngan, una alternativa popular, que según él, dió resultado. “El dolor que no me dejaba caminar desapareció. Desde entonces, no he vuelto al hospital porque todos están cerrados.
Pero me siento sano y eso ha llevado a otros a buscar la misma ayuda”, cuenta Macson a EFE. Jean-Baptiste Lormé, también desesperado por la falta de medicación para su hijo Patrick, lo llevó a un houngan en Croix-des-Bouquets. “Fue nuestra última opción”, dice. “Le hicieron un ritual de limpieza espiritual y le dieron infusiones de hierbas”. Aunque reconoce que el tratamiento no sustituye los medicamentos psiquiátricos, asegura haber visto una leve mejoría. Estos testimonios reflejan una realidad común: muchas personas recurren al vudú no solo en busca de guía espiritual, sino también como alternativa a la medicina moderna.
Los templos vudú, conocidos como hounfò, funcionan como farmacias improvisadas. Se preparan tés y ungüentos con hierbas traídas de las montañas, combinados con cantos y ofrendas a los loas.
Renée Dumas, una mambo de 45 años en Carrefour, asegura que puede tratar enfermedades con estos métodos.
“Los espíritus me revelan qué plantas usar. No es magia, es conocimiento ancestral”, afirma mientras muestra una botella con un líquido oscuro que, según ella, es un remedio contra la fiebre. En tiempos de crisis, el vudú ha demostrado ser un sistema de apoyo comunitario, donde la espiritualidad y la medicina se entrelazan. Como dice el proverbio haitiano: “Men anpil, chay pa lou” (Con muchas manos, la carga no es pesada).
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