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“Él contaba que lo seleccionaron para conducir el auto esa noche porque sabían que tenía una templanza única. Él era de sangre fría y muy sereno”, relató Eduardo en conversación con LISTÍN DIARIO.
“Yo tenía 4 años cuando mi padre Antonio Imbert Barrera se convirtió en uno de los ajusticiadores”, fue lo que dijo Eduardo Domínguez Imbert, con la certeza de quien ha crecido con una verdad que no requiere adornos.
Su padre, Antonio Imbert Barrera, fue uno de los hombres de avenida, el conocido “grupo de acción”, que ajustició al dictador Rafael Leónidas Trujillo el 30 de mayo de 1961. Pero, como recordó su hijo, no era militar, ni tenía armas asignadas ni plan de escape. Solo tenía sangre fría… y decisión.
“Él decía que lo eligieron para manejar el auto esa noche porque sabían que tenía un temple único. Él tenía la sangre fría y era muy tranquilo”, contó Eduardo en conversación con LISTÍN DIARIO, con motivo del 64 aniversario del ajusticiamiento del tirano.
“Antonio de la Maza le tenía un aprecio muy grande a mi papá. Se conocían desde 1948, cuando eran gobernadores; papá de Puerto Plata, él de Espaillat”, narró.
Eduardo recordó que cada uno de los hombres tenía una motivación. En el caso de su padre, la muerte de las hermanas Mirabal fue un detonante.
“Dijo, ¡coño, en este país no quedan hombres es, que están matando mujeres!”, narró.
La noche del 30 de mayo, con Imbert al volante, el chofer de Trujillo, Zacarías de la Cruz, se hizo a un lado y los conspiradores abrieron fuego.
“Se cree que Trujillo recibió un disparo en la barbilla, porque su puente dental apareció dentro del auto”, narró Eduardo.
“Zacarías frenó y el auto de papá lo rebasó. El auto de Trujillo quedó en una isleta”, contó.
De la Maza, Amado y Sadhalá se bajaron luego de doblar en “U”.
“La sirena del auto de Trujillo no paraba de sonar. Decían: “¡Dispárenle a la sirena, eso va a traer a la policía!””, recordó Eduardo.
“Pasaron muchos autos. Decían que había una fiesta esa noche en el Country Club”, dijo. Y fue entonces cuando De la Maza gritó: “Tocayo, esto se está alargando mucho. Vamos a cruzar ¡Cúbrannos (A Amado y Sadhalá)!”, según contó.
Narró que De la Maza se acercó por la parte trasera del vehículo de Trujillo e Imbert, por la delantera.
“De la Maza se topó con Trujillo herido, apoyado en el auto y herido. Le disparó a quemarropa con una escopeta recortada, pero se le encasquilló el arma”, narró Eduardo.
“Fue entonces cuando De la Maza le gritó: “¡Tocayo, ahí va!”, y entonces mi padre, que estaba en la parte delantera del auto de Trujillo, sale. Mi papá le dispara a Trujillo. Mi papá le dio el último tiro y ya Trujillo cae. No fue el tiro de gracia, pero fue el último”, contó Eduardo.
De acuerdo con Eduardo, su padre decía que lo que venía hacia donde él era ya un hombre moribundo, quejándose.
“Él le dio el último tiro, pero no fue como se dice, que fue un tiro de gracia. Fue el último tiro, pero ya el hombre prácticamente se estaba muriendo”, dejó claro.
Su padre, según contó, nunca permitió que se distorsionara la verdad de lo que ocurrió esa noche.
“No le pasaron un auto por encima a Trujillo. No hubo patadas. El doctor Abel González, que embalsamó el cadáver, lo confirmó. Mi papá siempre insistía en eso”, dijo Eduardo.
Tras el disparo final, no hubo tiempo para mucho.
“Él, en cuanto metieron el cadáver en el baúl del auto, dijo “Vámonos, vámonos de aquí”. Esa fue la orden”, comentó Eduardo.
Otra de las cosas que dijo es que “cuando le preguntaban a mi papá si no tuvo miedo, él respondía: “Claro que tenía miedo, pero el miedo se controla””.
Una de las cosas en las que más insistió en aclarar Eduardo es que su padre no era militar en ese momento.
“Quien participó en el ajusticiamiento de Trujillo fue el ciudadano Antonio Imbert Barrera. Desde 1962 se vistió de militar. Pero para el 30 de mayo de 1961 era un civil, empleado de una concretera. Es importante decirlo porque eso le da más mérito a lo que hicieron. No tenían rango, ni armas del Estado, ni entrenamiento especial. Lo que tenían era rabia y determinación”, afirmó.
Además, destacó la humildad que tenía Imbert al hablar de la noche del 30 de mayo de 1961.
“Una de las cosas que a mí me fascinaban de mi padre era su humildad. En el sentido de que él no hablaba con fanfarronería como normalmente hacemos los hombres”, dijo.
Eduardo contó que Trujillo fue introducido en el baúl del auto y los conjurados tomaron rumbo a la casa del general Juan Tomás Díaz, que era el punto acordado de reunión.
“El viejo hacía la narración. Subieron por lo que hoy es la Jiménez Moya, pasan por la casa de don Julio y resulta que no estaba en su casa porque la intención era llamar por teléfono a Juan Tomás para decir que ya la cosa estaba resuelta… entonces toman la Simón Bolívar, que en esa época era doble vía, con la suerte de que ya para ese momento eran pasadas las 10:00 de la noche porque el auto está humeando por todos los tiros en el radiador. Llegan a la casa de Juan Tomás y parte del grupo de acción lleva a Cedeño a la Clínica Internacional, que estaba herido; Amado García Guerrero estaba herido en un pie y mi padre tenía un primo hermano, el doctor Manuel Antonio Durán Barrera y van a la casa de él a curarse”, desglosó.
Eduardo narró que el doctor Durán los curó y para ese momento su papá Antonio le dice a su primo Durán que si se atrevía a pasar por la casa de Juan Tomás a ver qué había.
“El doctor Durán sale, pasa por allá, regresa y les dice a ellos: “¡Eh, miren, eso está lleno de guardias y policías!”… Y te lo repito tal y como lo conversaron, que mi papá me contó… Amadito le dijo a mi papá “esta vaina se jodió. Vámonos de aquí”, reseñó Eduardo.
Posteriormente, el doctor Durán habló con un vecino que se llamaba “Fello”, según narró Eduardo, para que llevara a su papá a donde una cuñada de él (cuñada de Durán), la doctora Gladys de los Santos Noboa y el señor Fello le dice al doctor Durán que él no iba a llevar a Imbert donde Gladys.
“Imbert le sacó la 45 y le dijo o tú me llevas o yo te mato y bueno, lo llevaron donde la doctora Gladys de los Santos. Él estuvo escondido un par de días y de ahí, Gladys de los Santos lo encaminó en el auto de ella hasta un punto y él le dice: “Déjame aquí”, contó.
Eduardo dijo que su papá tomó un sombrero de la doctora que era un poco masculino y se fue a pie hasta la casa del señor Julián Suero, sin decirle a ella para dónde él iba y de la esposa de Julián, que era Dolores Marranzini Di Piano, quien era prima de Venecia Marranzini, esposa de don Francisco “Queco” Rainieri.
“Julián no estaba ahí, Julián era un comerciante de San Juan de la Maguana y cuando él llega cerca del mediodía Imbert le dice que lo saque en un camión por la frontera, por San Juan de la Maguana y él le dijo que todas las vías estaban cerradas. Entonces Imbert le dice que le pasara un mensaje a don Francisco Rainieri, don Queco, que estaba relacionado con la Embajada de Italia para que lo sacaran del país como habían sacado a Julio de Alessandro. Esa noche, don Queco Rainieri fue en su auto, entró de reversa a la marquesina de la casa de Julián Suero y a mi viejo lo meten acostado en el asiento de atrás y van a la casa de Mario Cavagliano, que era secretario de la Embajada de Italia”, narró.
Una anécdota que contó Eduardo en la narración a LISTÍN DIARIO fue que camino a la casa de Cavagliano, se puso al lado un cepillo del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) al lado del auto de Queco y este escuchó que Imbert manipuló su pistola y le dijo que se estuviera tranquilo.
“Y, efectivamente, era un cepillo y don Queco le dijo ¡Tranquilo, tranquilo! Y pudieron llegar a la casa de don Mario Cavagliano y ahí él se pasó seis meses y él narraba que él hasta vio el funeral de Trujillo por televisión. Él escuchó también los tiros de cuando mataron a De la Maza y Juan Tomás y ahí él redactó el documento de cómo sucedieron los hechos”, dijo Eduardo.
Compartió que su padre sobrevivió, pero hubo persecución contra toda la familia.
“Mi hermano mayor “Tony” preso, mis dos hermanos que me seguían escondidos y la casa saqueada por completo. Mi abuela también cayó presa. O sea, que hubo una persecución y lo más importante de todo mi tío Segundo Imbert Barrera, que Trujillo lo había metido preso por un chisme que le armaron en 1955, a los dos días lo mataron. Lo mataron y lo desaparecieron… O sea, que sí, también hubo grandes pérdidas”, recordó.
Tiempo atrás, su padre y su primo Ramón “Moncho” Imbert habían planificado un atentado tipo “Misión Imposible”: colocar dinamita en una casa en la Máximo Gómez, de acuerdo con Eduardo.
“Tenían en mente tumbar la pared de la casa de mi tío Manuel Imbert, el papá de Moncho, que un camión de la concretera le diera un golpe y ellos iban a reconstruir la pared, rellenando la pared con cartuchos de dinamita”, contó Eduardo.
Y agregó: “Los cartuchos de dinamita venían porque la concretera tenía minas y explotaban las minas para sacar la piedra para hacer concreto”.
Eduardo comentó que este plan lo tenían armado porque Trujillo pasaba por delante de esa casa todos los días cuando salía a hacer su caminata habitual.
“El plan fue abortado cuando atraparon al grupo 14 de Junio en 1960. Trujillo lo descubrió desde antes que llegaran y todos esos muchachos, porque eran todos de menos de 30 años, cayeron presos, entre los cuales estaba Moncho Imbert… Entonces ahí todos se meten en miedo, se recogen, pero tú tenías varios grupos que estaban en eso”, contó.
Por otro lado, Eduardo desmontó otra idea muy repetida: que Estados Unidos estuvo detrás del atentado.
“Los americanos no hicieron nada, no fueron un factor diferenciador”, dijo.
Contó que Estados Unid
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