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Por Andrés Rivarola Puntigliano y Thomas Lundén
Tras haber estado ausente, casi ignorada, por décadas, el término geopolítica resurge en popularidad mundial. Un factor relevante en lo que respecta al creciente uso del concepto geopolítica fue la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014, a partir de lo cual se hicieron comunes títulos como ‘El retorno de la geopolítica’.
Hoy en día, existe geopolítica para todo, desde el análisis de movimientos sociales o empresas hasta estudios sobre relaciones internacionales y económicas, en lo global. Pero el problema es que el empleo del concepto geopolítica se utiliza, en general, con enfoques limitados y prejuiciosos.
Lo limitado lo observamos en el frecuente uso de ‘geopolítica’ como sinónimo de ‘conflicto’ o ‘rivalidad’. Desde esta visión, la geopolítica se relaciona con guerras (armadas o comerciales), armamentismo, proteccionismos o control de recursos naturales. Lo prejuicioso reside en el legado desde la Segunda Guerra Mundial, donde geopolítica se asocia con fascismo, imperialismo, nacionalismo, expansionismo o militares autoritarios. Sin embargo, el origen de la geopolítica es otro.
El término geopolítica no proviene de una gran potencia. Fue acuñado en 1899 por el politólogo sueco Rudolf Kjellén (1864-1922), catedrático en la Universidad de Upsala, Suecia. Kjellén se interesaba en asuntos globales y escribió lo que quizás fuera el primer estudio sobre las grandes potencias mundiales. La exposición más profunda de su concepto de ‘geopolítica’ se encuentra en su obra ‘El Estado como forma de vida’, publicada en 1916. Kjellén buscaba crear una ‘teoría del Estado’, a quien le atribuía un papel decisivo en la organización y la comunidad humana. Para él, los Estados existen en un sistema jerárquico en el que actúan para maximizar sus necesidades, donde la geopolítica es la dimensión territorial de la acción del Estado sobre su marco geográfico. No obstante, según Kjellén, esta es solo una de las diferentes dimensiones en la acción del Estado, junto con la ‘etnopolítica’, la ‘política económica’ y la ‘sociopolítica’, entre otras, como ser la ‘biopolítica’.
Hubo otros investigadores contemporáneos que también analizaron la relación entre espacio (territorio) y poder. Uno de ellos fue el geógrafo británico Sir Halford Mackinder, quien en 1904 presentó su ‘teoría del heartland’, donde sostiene que el control de Eurasia es clave para la dominación mundial. Otros fueron el geógrafo francés Paul Vidal de la Blache, que acercó los estudios geográficos al campo de la geografía histórica y económica, o Alfred Thayer Mahan, de Estados Unidos, con su famoso texto The Influence of Sea Power upon History (1890). Ninguno de ellos mencionó el término geopolítica. Tampoco lo hizo la fuente de inspiración de Kjellén, el geógrafo alemán Friedrich Ratzel. Al igual que Kjellén, evitó una clasificación racial categórica y prefirió hablar de “civilizaciones”, cuyo anhelo por un espacio óptimo — Lebensraum — se resuelve mediante una constante adaptación al hábitat.
La visión negativa de la geopolítica gana fuerza después de la Segunda Guerra Mundial. Durante los años 30, el concepto fue ampliamente utilizado por el geógrafo militar alemán Karl Haushofer y fue parcialmente adoptado por el pensamiento estratégico nazi, especialmente a través del concepto de lebensraum, vinculado a la biología racial y a la supuesta superioridad civilizatoria blanca. Si bien Kjellén nunca utilizó ese enfoque, la geopolítica quedó asociada con el nazismo y el imperialismo. Los estudios de Kjellén nunca fueron reconocidos ni abordados por expertos posteriores en política internacional como Hans Morgenthau o Kenneth Waltz. La perspectiva de Morgenthau se convirtió en una guía a seguir, en la visión negativa sobre la geopolítica, que él veía como determinista y peligrosa, apta para mitos no científicos.
Durante la Guerra Fría hubo expertos que emplearon una perspectiva territorial para llevar a cabo análisis centrados en la seguridad. Dos ejemplos conocidos son Henry Kissinger y Zbigniew Brzeziński. Ninguno de ellos citó a Kjellén ni su enfoque geopolítico. Esto sí ocurrió en América Latina, donde la geopolítica se desarrolló desde la década de 1920 y se profundizó con nuevas perspectivas, orientada al desarrollo y la integración regional. El enfoque era fortalecer al Estado en su esfuerzo por construir los debilitados estados naciones, lograr autonomía y contrarrestar una posición de subordinación en el sistema internacional, profundizando la conexión entre estado, industrialización y regionalismo.
Desde los años 90 ha emergido un nuevo discurso geopolítico en lo que se denomina “geopolítica crítica”. Esta surge como una reacción a enfoques más tradicionales dentro de las relaciones internacionales, partiendo de la idea de que la geopolítica no es una descripción neutral u objetiva del mundo, sino más bien una práctica socialmente construida. La geopolítica crítica, a través de investigadores como John Agnew, cuestiona los relatos coloniales, así como la forma en que Occidente se presenta frecuentemente como norma. Su alternativa es enfocarse en cómo el lenguaje, las imágenes y las narrativas se utilizan para crear imaginarios geográficos, y cómo el poder y la identidad se forman a través del discurso geopolítico.
Es positivo que la ‘geopolítica’ se haya vuelto de nuevo un concepto aceptado para análisis sociales y económicos. Pero es conveniente tener presente que, al igual que otros conceptos de las ciencias sociales, es una palabra polisémica. Es decir, puede abordarse desde distintas perspectivas, dependiendo de la pregunta y el propósito. Dos lecciones positivas que podemos aprender del origen sueco y la contribución latinoamericana en la geopolítica son, evitar determinismos y considerar la geopolítica en relación compleja con otras dimensiones analíticas. La otra es ver a las unidades geopolíticas, como ser los Estados, como parte de un sistema global, en el que la búsqueda de autonomía y desarrollo puede funcionar como contrapeso al imperialismo y superación de subordinación periférica.
*Sobre el origen del concepto geopolítica puedes encontrar más en el siguiente libro: Territory, State and Nation,de The Geopolitics of Rudolf Kjellén, de Ragnar Björk y Thomas Lundén.
Andrés Rivarola Puntigliano es Catedrático en estudios latinoamericanos e historiador económico, Instituto Nórdico de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Estocolmo.