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San Francisco no es una ciudad barata y figura en las listas de las 10 ciudades más costosas de Estados Unidos para vivir. Desde el transporte público hasta comer en un restaurante, todo necesita un presupuesto planificado. Sin embargo, hay sitios que solo requieren la intención de disfrutarlos.
San Francisco recibe muchos elogios por lo que ofrece. Es diversa. Las nubes juegan con sus construcciones. Sus empinadas calles invitan a caminar, algunas son desafiantes por su inclinación, pero nada que un espíritu aventurero no pueda superar en la ciudad que alberga a más de 800 mil habitantes.
Es amigable con el medio ambiente. En tecnología, los avances y la IA son parte de su día a día. Es común que un “robotaxi” -vehículo autónomo- se detenga antes de un paso de cebra para dejar cruzar a los peatones. Estos carros son modernos y atractivos para muchos turistas, se solicitan mediante una aplicación, aunque la lista de espera suele ser larga.
La ciudad, que también forma parte de la costa dorada y está al norte de California, mira hacia el Pacífico y cuenta con una bahía que le da un toque encantador, visible desde cualquier ángulo. Caminar cerca de ella es recordar la interpretación del fallecido cantante Tony Bennett: ‘I left my heart in San Francisco’ (‘Dejé mi corazón en San Francisco’, de 1961); o el tributo de Katy Perry cuando dice: “Puedes viajar por el mundo, pero nada se compara a la costa dorada”, en la canción “California girls” (2010).
A San Francisco se le reconoce haber sido parte importante del movimiento hippie, el barrio Haight-Ashbury fue centro de este cambio y escenario del “Verano del amor” de 1967.
Muchos de los atractivos de la ciudad son gratuitos y se pueden disfrutar en cualquier momento, las buenas temperaturas pueden ser aliadas del turista durante todo el año.
San Francisco no es una ciudad barata y está en las clasificaciones de las 10 ciudades más caras de Estados Unidos para vivir. Tanto el transporte público como una comida en un restaurante requieren un presupuesto programado, sin embargo, hay lugares que solo necesitan voluntad para ser disfrutados.
Verlo es impresionante. Parece una pintura y ninguna fotografía le hace justicia. Para apreciarlo en su máxima expresión hay que tener suerte, ya que la niebla lo cubre. Aunque la recomendación general es visitarlo entre marzo y mayo, en primavera; y entre septiembre y noviembre, en otoño.
El puente color naranja que se inauguró en 1937 desafía a los turistas a cruzarlo a pie en un trayecto que toma más de una hora, dependiendo de la velocidad al caminar y si la vista de la ciudad lo permite, ya que cada cierto tramo hay paradas que motivan a tomar una foto.
Se dice que quien cruza el Golden Gate Bridge caminando, volverá a San Francisco.
En este lugar hay que guardar silencio por obligación. La naturaleza se manifiesta. El espectáculo que dan los leones marinos capta toda la atención.
Los leones marinos salen a tomar el sol, por lo que desde temprano en la mañana se pueden escuchar a metros de distancia. Según registros periodísticos de Estados Unidos, estos mamíferos comenzaron a llegar a la zona del muelle en la década de los 90, y hoy son un atractivo imperdible para cientos de miles de personas en la ciudad.
Entre todos los que hay en la bahía, el Pier 39 es uno de los más famosos. Cuenta con restaurantes de todo tipo y edificios ambientados en el viejo oeste. La oferta de ocio en esta parada es muy completa, con varios museos y un acuario.
Si algo caracteriza a las viviendas clásicas de San Francisco es el estilo victoriano. Y cuando se habla de esto, las Painted Ladys (damas pintadas) son las favoritas y más elogiadas.
Se pueden observar desde el parque Alamo Square. Este lugar es una visita obligada para los amantes de la serie “Full House” (“Tres por tres”) de los 80 y 90. Parte de su popularidad se le atribuye a este programa, pero la sensación visual de postal que dan estas edificaciones color pastel ha permitido que perduren en el gusto popular a través del tiempo.
Esta es una de las calles más sinuosas y famosas de San Francisco. Rodeada de flores y casas habitadas, esta zona no descansa debido a la cantidad de turistas que la recorren, algunos caminando y otros en vehículos alquilados para vivir la aventura de conducir en la estrecha y curvada vía.
Una recomendación para los visitantes es no hacer mucho ruido por respeto a los residentes. Esta es una parada obligatoria y rápida (si no hay mucha gente) para aquellos que buscan lugares ‘instagrameables’.
La vista 360 que proporciona el lugar vale la pena después de subir las extensas escaleras. Esta edificación ha sido utilizada para películas como “Rumbo a casa II, perdido en San Francisco” y “El doctor Doolittle”, entre otras.
Para llegar a la cima de la emblemática torre hay que pagar unos 10 dólares, pero quien no quiera pagar tiene la opción de ver los murales en recepción y tomar fotos desde la colina hacia el barrio de Telegraph Hill.
La torre, un aporte de la benefactora de los bomberos Lillie Hitchcock Coit a la ciudad, fue construida en 1933.
Sentirse dentro de una película es posible en San Francisco. Un paseo en tranvía le agrega imaginación al recorrido. El trayecto puede durar unos 25 minutos y cuesta 8 dólares si se compra solo un viaje.
La ciudad del norte de California cuenta con una notable presencia asiática. Este barrio chino es uno de los más antiguos y famosos de Estados Unidos, y además de mantener un dinamismo económico, es una atracción turística más de la urbe.
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