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Una boda encantada

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Un otro yo que, con un solo gesto, nos entiende y ayuda.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

El amor va más allá de la atracción física, aunque esta sea relevante; es saber que hemos hallado el complemento perfecto para nuestra existencia.

Las bodas suelen ser momentos de reunión familiar, con amigos, colegas y conocidos, para festejar la unión de una joven pareja en santo matrimonio.

En esta ocasión, se trató de mi nieta mayor, una niña agraciada desde su nacimiento.

Hermosa, con esa belleza clásica que recuerda a las madonnas de las pinturas del Renacimiento italiano. El padre de mi nieta, italiano por supuesto, y su belleza nos remite, inevitablemente, a las madonas de Bellini o Rafael.

Además, es talentosa; se graduó con honores en la academia de arte más prestigiosa de la gran manzana, Parsons. Ya en el país, cambió su rumbo profesional y se dedicó al diseño de interiores.

Su creatividad e impulso al desarrollar sus proyectos, cuidando cada detalle, la hicieron destacar rápidamente en el mundo de la moda: Punta Cana, la ciudad surgida de la visión y empeño de otro gran visionario. Pero el destino juguetón le tendió una trampa y allí encontró al amor de su vida, su pareja ideal.

Huelga decir que todos recibimos el romance con cierta incertidumbre; la nieta consentida era exigente y un tanto recelosa en temas de amor. Pero el destino, implacable, se encargó de acercarlos, hacerles ver la atracción mutua y, poco a poco, la similitud de sus almas.

El amor es más que atracción física, aunque esta sea importante; es la certeza de haber encontrado el complemento perfecto para nuestra vida. Un otro yo que, con un solo gesto, nos entiende y ayuda.

Mi nieta encontró a su compañero ideal y sonaron campanas de boda. Pero siendo una pareja contemporánea que no sigue los patrones tradicionales, decidieron celebrar su enlace en la paradisíaca Samaná.

Allí acudimos familiares, parientes, amigos y conocidos para celebrar una boda de ensueño, donde todo contribuyó al éxito rotundo.

No llovió, pese a los pronósticos sombríos. Los familiares del extranjero volaron a la cita y celebramos, en medio de la exuberante naturaleza de ese lugar privilegiado de nuestro país, la unión de una pareja cuyo destino estaba escrito.

Todo transcurrió sin problemas, la música deleitó a los jóvenes y los mayores nos adaptamos a las nuevas formas de disfrutar el instrumento favorito de los dioses. Hay que adaptarse a los nuevos tiempos y, mientras estemos vivos, seremos de ahora, solo debemos ajustarnos y seguir el ritmo vertiginoso de la juventud, que es dueña del futuro.

Como conclusión, solo le ruego al Divino Creador que ¡sean felices y prosperen, si no es conmigo, no hay problema, ellos sabrán!

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