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Arrogancia, un error letal de EE.UU

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Monroe declaró que el continente americano estaba cerrado a que cualquier potencia europea emprendiera allí futuras colonizaciones, ya que serían consideradas como un acto hostil contra EEUU.

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Estados Unidos (EEUU) ha sido la potencia regional dominante en América desde hace 200 años, cuando el presidente James Monroe acuñó la doctrina que pasó a la historia con su apellido tras el mensaje anual al Congreso de Representantes en diciembre de 1823. Monroe declaró que el continente americano estaba cerrado a que cualquier potencia europea emprendiera allí futuras colonizaciones, ya que serían consideradas como un acto hostil contra EEUU. EEUU desafió con éxito desde el comienzo del s. XX a los imperios alemán y japonés, a la Alemania nazi y a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), a quienes impidió ejercer el control sobre Europa o sobre Asia desde esa posición de hegemonía americana. EEUU creó la Organización del Tratado de la Alianza Atlántica (OTAN) al finalizar la II Guerra Mundial para contener al Ejército soviético, que había entrado en Berlín para derrotar al nazismo germano ya que era el más poderoso del continente europeo en aquel momento. Sin embargo, EEUU desde los años 50 comenzó a involucrarse en guerras que no supo ganar o que perdió y de las que no sabía cómo salir, como le ocurrió en la península de Corea (1950-1953), en Vietnam (1965-1975) o en Afganistán (2001-2021).

La OTAN reinventó su propósito fundacional tras el colapso de la Unión Soviética y la conclusión de la Guerra Fría y el presidente estadounidense Bill Clinton apadrinó la expansión de la Alianza Atlántica hacia el este a partir de 1994. Ese proyecto de la OTAN comenzó a ejecutarse en 1999 con la incorporación de Polonia, de la República Checa y de Hungría y siguió en 2004 con la adhesión de los países bálticos, de Bulgaria, de Eslovaquia, de Eslovenia y de Rumanía.

La Federación de Rusia no pudo hacer nada por impedirlas porque era demasiado débil y EEUU se aprovechó de dicha fragilidad rusa. Muchos de los pensadores más egregios de la política exterior estadounidense cuestionaron aquella misión de ampliación de la OTAN hacia la frontera de Rusia, entre los que destacó el padre de la contención de la URSS desde 1947, George F. Kennan. La culminación de dicho error fue el intento de integrar a Georgia y a Ucrania en la OTAN, de acuerdo con un guion similar de golpes de Estado y de revoluciones de colores, rosa en Tiflis y naranja en Kiev, que EEUU instigó en 2008 y en 2014, respectivamente.

Ese proceso carecía de sentido estratégico desde el punto de vista estadounidense y respondía a impulsos irracionales surgidos de una arrogancia fatal de EEUU sobre su papel en el mundo. Washington se equivocó en 2008 al pensar que podía maltratar y acosar a Rusia en el momento unipolar que todavía vivía el mundo tras la conclusión de la Guerra Fría. EEUU volvió a equivocarse en 2022 al provocar la guerra en Ucrania por no aceptar que el mundo dejó de ser unipolar y es multipolar y al seguir creyendo que Rusia no era más que “una gasolinera disfrazada de país”, según afirmó el senador McCain en 2015.

Rusia intentó integrarse en la OTAN o participar en la arquitectura de seguridad europea desde la desaparición de la URSS sin éxito y lleva décadas observando con perplejidad el empeño de EEUU de convertir a la Alianza Atlántica en vecino de su frontera occidental. Moscú entiende que la rectificación que el presidente Donald J. Trump (DJT) quiere aplicar a la política exterior de EEUU es para abandonar Europa y virar sus capacidades hacia Asia y para quebrar la alianza estratégica que se ha forjado entre Rusia y China desde 2022.

Sin embargo, Moscú no está dispuesto a ayudar a EEUU en la contención de China dado que Washington apadrinó la provocación a Rusia en Ucrania. La estrategia de DJT está en riesgo porque Rusia no se fía de EEUU, a pesar del cambio de gobierno, y porque Washington no conseguirá separar a Moscú de Pekín y no cuenta con las capacidades para hacer frente a China, incluso si Rusia tomara distancia de esta. Rusia no quiere conquistar, ni representa una amenaza para Europa, por mucho que algunos de sus gobiernos se obstinen en convencer a sus ciudadanos de lo contrario para someter así la democracia y permitir que el trasiego de dinero y de negocios turbios siga fluyendo.

El intento de incorporar Ucrania a la OTAN fue un desastre catastrófico, que hizo revivir el sentimiento histórico ruso de que una amenaza a su frontera occidental siempre es de naturaleza existencial. China utiliza el recuerdo de su “siglo de la humillación” (1840-1945) para formular su estrategia de ascenso como poder global, que está siendo ejecutada bajo el principio del “alzamiento pacífico”, es decir, con prosperidad y en armonía con sus vecinos de Asia. La duda es si Japón, Corea, Australia y EEUU lo van a impedir, aunque el error estratégico de Washington en Ucrania ha empujado a Rusia y a China a formar una alianza estratégica tan sólida y profunda, que, si aquellos lo intentaran, lo tendrían muy difícil.

Los optimistas confían en que EEUU, Rusia y China encuentren un marco de convivencia entre potencias globales mediante el reparto y el respeto de sus áreas de influencia respectivas. No obstante, los pesimistas creen que la lógica de la supervivencia se impondrá y el conflicto militar será inevitable entre EEUU y una China, aliada de Rusia.

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