Tecnologia

Así es como es viajar en un coche autónomo de Bosch: una experiencia tecnológica por dentro

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Me subí a un Land Rover Defender equipado por Bosch que, aunque a simple vista podría confundirse con un modelo normal si no fuera por los sensores.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Cádiz (1973) Redactor y editor experto en tecnología. Escribiendo profesionalmente desde 2017 para medios y blogs en español.

La semana pasada tuve la oportunidad de conocer las instalaciones de Bosch en Stuttgart, un lugar en el que tuve la ocasión de vivir una experiencia que va mucho más allá de un simple paseo en coche. Me subí a un Land Rover Defender equipado por Bosch que, aunque a simple vista podría confundirse con un modelo normal si no fuera por los sensores. Sin embargo, esconde en su interior un despliegue tecnológico de primer nivel. La estrella del recorrido no era el conductor, sino el sistema de conducción autónoma que Bosch está desarrollando, y que ya es capaz de enfrentarse a situaciones reales de tráfico urbano e interurbano con una soltura que sorprende.

Nada más abrir el maletero del coche autónomo, la primera sorpresa. En lugar del espacio de carga habitual, encontramos un bastidor metálico cuidadosamente montado con múltiples capas de dispositivos electrónicos: servidores, fuentes de alimentación, analizadores de red, routers, puertos CAN, convertidores y unidades de almacenamiento. Toda una estación de computación sobre ruedas, que permite al vehículo procesar en tiempo real la gran cantidad de datos que generan los sensores.

Entre los equipos se encuentra un sistema Trimble de geoposicionamiento de alta precisión, módulos de red Ethernet, un servidor de alto rendimiento con capacidad RAID y multitud de conexiones, además de diversas interfaces que permiten a los ingenieros monitorizar y registrar cada acción del vehículo. El cableado, lejos de ser caótico, está etiquetado y ordenado con mimo, cada conector tiene su función, y nada está dejado al azar.

Este tipo de vehículos integra un conjunto de sensores que combinan radar, cámaras y LIDAR. Son sus ojos y su percepción del entorno. Detectan peatones, vehículos, señales, bordillos, ciclistas e incluso condiciones del asfalto. Toda esta información se canaliza hacia los sistemas de decisión que, como un conductor experto, valoran el contexto y actúan en consecuencia. El coche acelera, frena, gira, se detiene ante un semáforo o un paso de peatones y mantiene la distancia de seguridad como si llevara un humano al volante, aunque lo lleve.

En algunos tramos, el técnico a bordo intervenía brevemente, sobre todo en cruces complejos o situaciones imprevistas, pero el porcentaje de conducción autónoma fue mayor de lo que podría esperarse en una prueba de estas características.

El salpicadero y la consola central están adaptados para el trabajo de los ingenieros. Una pantalla de control muestra en tiempo real los datos que el sistema interpreta, objetos identificados, trayectorias previstas, distancias, y también alertas o situaciones de riesgo. Bajo ella, un pequeño teclado y una tableta permiten introducir parámetros, marcar incidencias o incluso forzar una acción manual.

Sobre el retrovisor, una cámara adicional graba la escena desde el interior y puede utilizarse para sincronizar reacciones del sistema con lo que ocurre dentro del vehículo. Todo está pensado para que la conducción autónoma no sea solo una cuestión de mover el coche autónomo, sino de entender cómo lo hace y por qué.

La clave de todo está en los algoritmos. Bosch trabaja en modelos de inteligencia artificial que no solo reaccionan ante el entorno, sino que aprenden de él. Cada trayecto, maniobra y error potencial quedan registrados. Estos datos alimentan sistemas de aprendizaje automático que afinan la toma de decisiones en futuros recorridos. Por eso es tan importante que el coche autónomo esté rodeado de sensores y grabadores, porque cada bit cuenta.

Esta estrategia mejora la seguridad a la vez que permite validar que el sistema se comporta como debe ante situaciones críticas. Y para ello, nada sustituye a la experiencia real en carretera, con el caos y lo imprevisible del tráfico.

Este tipo de coche autónomo no está pensado para venderse en concesionarios, al menos de momento. Se trata de una plataforma de pruebas, una especie de laboratorio rodante con la que Bosch y sus socios desarrollan y validan los módulos que luego podrán integrarse en coches comerciales. Frenada de emergencia, mantenimiento en carril, control de crucero adaptativo, reconocimiento de señales, todo eso se pone a prueba en estas unidades especiales.

No es solo tecnología por tecnología, ya que el objetivo de Bosch es hacer la conducción más segura, reducir el número de accidentes y acercarnos a un futuro en el que los coches se comuniquen entre ellos y con la infraestructura urbana. De hecho, parte del sistema está preparado para recibir datos del exterior: mapas actualizados, alertas de tráfico o incluso comunicación V2X.

Viajar en un coche autónomo es extraño. Al principio, cuesta confiar. Pero tras unos minutos, el sistema demuestra que no improvisa. Cada acción tiene una explicación, y aunque el volante esté en su sitio, la mente que pilota está compuesta por datos, lógica y aprendizaje. Lo que está ocurriendo es algo más profundo que un avance tecnológico, es un cambio de paradigma.

Y haberlo vivido desde dentro, viendo de cerca el corazón electrónico que lo hace posible, ha sido una de esas experiencias que marcan. Porque el futuro de la automoción no solo se conduce, sino que también se analiza, se prueba y se construye, paso a paso, en lugares como este.

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