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Conocer un incidente de desobediencia grave, seguido de arrogancia y un discurso de odio clasista, sexista y racista, proveniente de “una botella” en una oficina pública de Santiago, nos impulsó a abordar un tema que es constante en las quejas de los trabajadores y trabajadoras, usualmente del sistema público.
Usamos el término “botella” para referirnos a los sueldos que reciben del Estado, es decir, del erario público, personas ligadas a funcionarios/as y/o políticos/as, partidos políticos, o gente de poder, a cambio de un salario con poco o ningún trabajo.
Llegan repentinamente al ámbito laboral público, con la referencia de un funcionario/a en específico, y en su inmoralidad, muchas de estas personas recién llegadas lo hacen saber con prepotencia y sin ningún reparo: “Estoy aquí porque me envió fulano o fulana”, con la prepotencia de la corrupción arraigada.
Es muy grave porque es robar. Es utilizar el dinero de los impuestos que todos pagamos. Impide que la institución “contratante” rinda los resultados que la sociedad espera, ya que en áreas específicas donde se realizan labores especializadas, no hay suficiente personal y el poco que hay cobra la mitad de lo que ganan las botellas.
A estas personas que, impúdicamente, aceptan y buscan una “botella”, se les inventan títulos, ya que la mayoría no los poseen, relacionados con el mantenimiento y la “administración”, desde inspectorías hasta “encargados”, desde los cimientos hasta los techos trabajando poco -o nada-, entran y salen engreídos, sin percatarse de que ejercen y activan la corrupción. (Es tan grave, que hasta las diferentes militancias reclaman y exigen sus botellas “naturalmente” cuando asume un gobierno).
Esas botellas, deben ser identificadas porque roban el sueldo de las instituciones del Estado, además de ser desvinculadas y sometidas a la Justicia -incluso si trabajan en la propia justicia-, aplicándoles el rigor de las leyes, porque cometen un delito de corrupción que debe ser combatido con estrategias para fortalecer las instituciones públicas, promoviendo la transparencia, la rendición de cuentas, y aplicando valores éticos.
Ningún puesto de dirección, ya sea alto, medio o inferior, debería nombrar botellas y, mucho menos, aceptarlas en sus áreas de trabajo, para erradicar esta práctica ilegal e injusta que establece desigualdad laboral corrupta.
Y nadie que sea una persona honrada debería solicitar, aceptar y cobrar salarios botella.
Hay que denunciarlas rompiendo el silencio de la imposición que esto conlleva para la empleomanía, e intentar acabar con la corrupción desde abajo para que, quienes están arriba, se enteren.
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