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La imagen invertida y vacilante de la Estatua de la Libertad en “The Brutalist” de Brady Corbet, no solo reta la iconografía clásica del sueño americano, sino que también anuncia la verdad que muchas películas sobre inmigración se atreven a explorar: lo que espera tras cruzar una frontera suele ser mucho más complejo que la simple libertad.
Si bien en el cine estadounidense la inmigración se ha convertido en una narrativa usual, existen una serie de filmes que trascienden esa geografía, abordando la experiencia inmigrante desde perspectivas africanas, europeas, asiáticas y latinoamericanas.
Este artículo propone una selección de diez películas imprescindibles que retratan la migración como una experiencia humana universal, llena de matices, pesares y esperanzas.
1. El Norte (1983), Gregory Nava
Un clásico del cine independiente norteamericano, pero contado desde una óptica centroamericana. Rosa y Enrique, dos jóvenes indígenas guatemaltecos, huyen de la represión militar tras el asesinato de su familia.
En su viaje hacia Estados Unidos cruzan la selva, ciudades desconocidas y finalmente la frontera, solo para encontrarse con nuevas formas de violencia: explotación laboral, racismo y soledad.
“El Norte” destaca por combinar el realismo social con elementos de realismo mágico, creando una narrativa profundamente emotiva sobre el costo de la esperanza.
2. America, America (1963), Elia Kazan
Basada en la historia del tío del director, esta película retrata a Stavros, un joven griego bajo dominio otomano que sueña con llegar a América.
Desde las calles de Anatolia hasta los muelles de Nueva York, la cinta narra un viaje brutal en el que el protagonista pierde mucho más que sus bienes materiales.
Kazan filma con una sensibilidad casi documental, mostrando la emigración como una odisea existencial donde la dignidad está en juego en cada paso.
3. Black Girl (1966), Ousmane Sembène
Considerada una de las primeras grandes películas del cine africano moderno, “Black Girl” presenta la historia de Diouana, una joven senegalesa contratada como niñera por una familia francesa.
Lo que comienza como una oportunidad se convierte en un encierro emocional y físico, marcado por el racismo, la explotación y la despersonalización.
Filmada en un blanco y negro sobrio, la película es una crítica feroz a las secuelas del colonialismo y una meditación sobre la alienación del inmigrante.
4. Ali: Fear Eats the Soul (1974), Rainer Werner Fassbinder
En la Alemania de la posguerra, una viuda mayor se enamora de un inmigrante marroquí mucho más joven.
Lo que podría ser un cuento de hadas moderno se convierte en un retrato implacable de la xenofobia, los prejuicios sociales y los conflictos culturales. Fassbinder no ofrece soluciones fáciles: los personajes son contradictorios, humanos, y su amor está constantemente en tensión con el mundo que los rodea. Una película brutal en su honestidad y conmovedora en su complejidad.
5. Hester Street (1975), Joan Micklin Silver
Ambientada en el Nueva York del siglo XIX, esta cinta se enfoca en una pareja judía rusa que se reencuentra después de que el esposo se haya americanizado por completo.
Mientras él abraza la cultura estadounidense, ella mantiene sus tradiciones, generando un choque entre identidad y adaptación.
“Hester Street” es un retrato silencioso pero poderoso de cómo la inmigración transforma no solo los cuerpos, sino también los lazos afectivos.
6. Dheepan (2015), Jacques Audiard
Ganadora de la Palma de Oro en Cannes, “Dheepan” sigue a tres refugiados tamiles que se hacen pasar por familia para obtener asilo en Francia.
Aunque escapan de una guerra civil en Sri Lanka, se encuentran con otra forma de violencia: la marginalidad, la burocracia y el crimen en las afueras parisinas.
Audiard evita el sentimentalismo y opta por un realismo oscuro, mostrando que el pasado violento del protagonista no queda atrás al cruzar fronteras.
7. Fire at Sea (2016), Gianfranco Rosi
Este documental italiano, ganador del Oso de Oro en Berlín, se desarrolla en Lampedusa, epicentro de la crisis migratoria en el Mediterráneo. Rosi contrasta la vida cotidiana de los locales con la tragedia de los refugiados que llegan a la isla. Con una cámara que observa sin intervenir, “Fire at Sea” evita el sensacionalismo y nos obliga a mirar de frente una de las crisis humanitarias más urgentes del siglo XXI.
8. Minari (2020), Lee Isaac Chung
Basada en la infancia del director, “Minari” cuenta la historia de una familia coreano-estadounidense que se muda a Arkansas para comenzar una granja. Aunque en apariencia es una historia sobre el sueño americano, en el fondo se trata de la tensión entre generaciones, idiomas y expectativas.
La abuela, que llega desde Corea, representa un pasado que parece chocar con la tierra nueva, pero también es quien siembra el minari, una planta que crece donde todo lo demás fracasa.
9. The Joy Luck Club (1993), Wayne Wang
Basada en la novela de Amy Tan, esta película entrelaza las historias de cuatro mujeres chinas inmigrantes y sus hijas nacidas en Estados Unidos.
El conflicto entre tradición y modernidad, sacrificio y libertad, identidad heredada y autoconstruida, se presenta con delicadeza y profundidad emocional.
Es una de las pocas películas de Hollywood que ha puesto en el centro las voces femeninas asiático-americanas, revelando el racismo silencioso y las exigencias culturales que atraviesan la experiencia inmigrante.
10. L’Histoire de Souleymane (2024), Boris Lojkine
Presentada en Cannes, esta película francesa acompaña a Souleymane, un repartidor guineano en bicicleta por París que se prepara para su entrevista de asilo. Rodada con urgencia documental, la cinta captura un día en su vida, entre pedidos, agotamiento físico y ansiedad. Su historia revela la violencia invisible del sistema migratorio europeo, donde el tiempo, la fatiga y el miedo son armas silenciosas.
Estas diez películas no solo representan diferentes regiones del mundo, sino también diversas formas de entender el desplazamiento: como huida, como sacrificio, como herencia, como desarraigo.
Si algo las une, es su capacidad para devolverle humanidad a quienes suelen ser reducidos a cifras o estereotipos.
Los inmigrantes que habitan estas narrativas no son sólo víctimas ni héroes: son seres humanos, contradictorios, valientes, confundidos, en busca de un lugar para simplemente existir.
El cine, como espejo del alma colectiva, tiene la responsabilidad de contar estas historias sin edulcorarlas. Porque cada película sobre inmigración es también una película sobre identidad, pertenencia y memoria. Y en un mundo donde las fronteras se endurecen y la intolerancia resurge, ver estas películas no es solo un acto estético, sino también un gesto de resistencia empática.
Al final, lo que todas estas historias nos enseñan es que, aunque las geografías cambien, el deseo de construir un hogar, de ser reconocidos y de amar en libertad, es tan antiguo como el cine mismo y tan vigente como el último titular sobre migración.
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