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Disfunciones sexuales frecuentes: cuándo consultar a un especialista

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La terapia sexual se enfoca en problemas sexuales individuales o de pareja, las disfunciones sexuales y, en otros casos, la consulta busca mejorar la calidad de la relación.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

La terapia sexual se enfoca en problemas sexuales individuales o de pareja, las disfunciones sexuales y, en otros casos, la consulta busca mejorar la calidad de la relación. Por lo tanto, la terapia sexual no solo trata patologías, sino también conflictos que impactan en la sexualidad vincular y da respuesta a preguntas sobre cómo generar cambios, como: animarse a nuevas prácticas, mejorar la erótica, parejas abiertas, etc. Es crucial distinguir un problema sexual de la disfunción. En el primer caso, el criterio es la brevedad (ocasional) y el menor impacto emocional en la persona y en la pareja.

En el caso de disfunciones sexuales, los criterios consideran que deben persistir al menos 6 meses y aparecer en al menos el 75% de los encuentros, causando angustia y preocupación tanto en la persona como en la pareja. Con frecuencia, la eyaculación precoz y la anorgasmia femenina perduran durante años sin que se consulte (por pudor, prejuicios o adaptación de la pareja al problema). Es común que la pareja se “acomode” al problema y no busque ayuda. Incluso en disfunciones con causa orgánica (patologías que dañan los vasos sanguíneos, hipertensión arterial, diabetes, desajustes hormonales, trastornos neurológicos, etc.) el impacto emocional estará presente.

Se considera una disfunción sexual cuando el problema persiste por lo menos seis meses, ocurre en el 75% de los encuentros sexuales y genera angustia o malestar tanto en lo personal como en la relación de pareja (Imagen ilustrativa Infobae).

La cronicidad de la patología sexual puede ser causa de crisis permanente o de separación. Los mecanismos de adaptación pueden funcionar durante años, sin embargo, pueden romperse, llevando a una necesidad urgente de tratamiento o a la separación de la pareja.

El comportamiento sexual sigue siendo coitocentrista, es decir, el objetivo es el coito, menospreciando otras prácticas, iguales o más placenteras. La presión por “cumplir” y llegar al orgasmo genera ansiedad, siendo uno de los factores psicológicos que intervienen. Los cuerpos se preparan para lograr el objetivo más que para prestar atención a las sensaciones placenteras. El juego erótico breve, la ansiedad, el estrés diario, la repetición de prácticas, el temor a “fallar” o a no complacer, creer que ya no se es atractivo para el otro, son algunas de las causas que provocan problemas sexuales.

Las terapias sexuales incluyen a las parejas, ya que el modelo de relación y los cambios a implementar involucran a ambos. Sin embargo, los años de disfunción sexual generan malestar y desgaste y no todos los miembros de la pareja desean colaborar en el tratamiento: “Es un problema de él (o de ella), ya me cansé de ayudar”. La falta de colaboración de la pareja modifica el tratamiento. Muchas personas mantienen durante años disfunciones sexuales como la eyaculación precoz o la anorgasmia sin buscar ayuda profesional, ya sea por pudor, prejuicios o por la adaptación silenciosa de la pareja al problema (Imagen ilustrativa Infobae).

Hay diferencias entre las parejas que llevan poco tiempo de conocerse (y no cohabitan), y aquellas que tienen años de vida juntos. En el primer caso, lo habitual es que vaya uno de los dos, en el segundo piden una entrevista conjunta desde el principio.

Esto se debe a la suposición de que, en una relación corta, el problema es unilateral y “seguramente” ya existía, y no fue tratado o reapareció. En algunos casos es así, y en otros, cada nueva historia afectiva y erótica es diferente y el problema puede surgir desde el inicio, en la forma de configurar el vínculo. La presión por alcanzar el orgasmo y la primacía del coito como única vía legítima de placer provocan ansiedad, disminuyen el disfrute y generan comportamientos repetitivos que afectan la calidad de la vida sexual (Imagen Ilustrativa Infobae).

Según el DSM V (manual que describe los trastornos mentales en general y los sexuales) incluye como disfunciones los trastornos en el interés sexual y la excitación femenina, el trastorno orgásmico femenino, el trastorno por dolor genitopélvico, el deseo sexual hipoactivo (bajo) en el hombre, la eyaculación precoz y la retardada y el trastorno eréctil.

Sin embargo, existen otros síndromes relacionados con las relaciones sexuales, como la cefalea postcoito, el síndrome de excitación sexual persistente, síndromes relacionados con el período premenstrual y aquellos trastornos que se incluyen dentro de las parafilias (perversiones sexuales).

Las parejas que cohabitan y llevan muchos años suelen solicitar entrevistas conjuntas desde el principio, mientras que aquellas que llevan poco tiempo tienden a considerar el problema como individual y anterior al vínculo actual (Imagen Ilustrativa Infobae).

Los abordajes en sexología se consideran terapias breves de tipo cognitivo conductual; se centran en resolver el síntoma mediante el uso de técnicas específicas y validadas, que van desde la educación sexual para aclarar creencias erróneas hasta la prescripción de “tareas para el hogar” (para realizar de forma individual o en pareja).

Existe medicación específica para los trastornos eréctiles y la eyaculación precoz. Los fármacos probados para el trastorno del deseo y la excitación femenina no han demostrado ser efectivos. Las terapias sexológicas son compatibles con las psicoterapias que abordan otras problemáticas del paciente.

Los sexólogos con formación en psicoterapia están preparados para abordar no solo la disfunción sexual, sino también los nudos conflictivos subyacentes: mala comunicación, competencia, dominación-sumisión, roles inflexibles, fobias sexuales, etc. Es esencial que el profesional sea empático, sin dogmas ni prejuicios que restrinjan la mirada sobre los comportamientos humanos. Lo que sucede en el espacio público, donde se habla de sexo con más libertad, no ocurre en el espacio privado, donde aún persiste la resistencia a aceptar cambios: se habla poco, se transmiten ideas erróneas o prejuicios y hay resistencias para que la escuela también intervenga en estos temas (ESI).

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