Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
He abordado este tema en diversos contextos por años. Lo he expresado en entrevistas, compartido en paneles y debatido con colegas: la educación debe transformarse, y urgentemente. No podemos seguir moldeando a la juventud con paradigmas obsoletos, en un mundo en constante cambio.
Por ello, aplaudo la reciente decisión del Ministerio de Educación de la República Dominicana de reintroducir la asignatura de Moral y Cívica en el curso escolar 2025-2026. Es un paso crucial para subsanar un vacío evidente: la formación en valores, civismo y respeto. Porque no, los valores no solo se aprenden en el hogar. Se adquieren en la comunidad, a través del ejemplo, la reflexión y el diálogo.
Muchos países en la región ya han comprendido esto. En Uruguay, por ejemplo, la educación cívica forma parte del currículo desde la primaria, lo que ha contribuido a que el país tenga uno de los índices más altos de participación democrática juvenil en Latinoamérica (según datos de Latinobarómetro, 2023). En Colombia, programas como “Escuelas como territorios de paz” han logrado disminuir los índices de violencia escolar, fomentando el diálogo, la empatía y la resolución pacífica de conflictos.
Y si hablamos de cambios necesarios, es imperativo incluir la educación financiera y la sexualidad integral. Dos temas urgentes y cotidianos, que durante mucho tiempo se han considerado “para adultos” o “peligrosos”. Lo realmente peligroso es no abordarlos.
Según un informe del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), solo el 27% de los jóvenes latinoamericanos tienen conocimientos básicos sobre finanzas personales. Y en República Dominicana, el 80% de los adultos no lleva un presupuesto mensual, según cifras del Banco Central.
¿Cómo revertir este ciclo? Educando desde temprana edad. En países como Chile, programas de educación financiera en secundaria como el “Programa de Educación Económica y Financiera Escolar” han demostrado que los estudiantes que los reciben mejoran en un 40% sus hábitos de ahorro y planificación financiera.
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Similarmente, la educación sexual integral es clave. En Argentina, donde este programa es obligatorio desde 2006, estudios del Ministerio de Educación revelan que los embarazos adolescentes han disminuido en un 54% en los últimos 10 años. Porque cuando se educa con base científica, respeto y acompañamiento, los resultados son evidentes. Y sí, existe resistencia, pero los beneficios superan los temores.
Necesitamos que en nuestras escuelas se hable de lo que realmente les importa a los jóvenes. Que aprendan a conocerse, a cuidarse, a respetarse. Que entiendan el consentimiento, la identidad, la comunicación en pareja. Que puedan distinguir entre el deseo y la presión, entre el amor y el control. Y que también aprendan sobre el costo de la vida, cómo gestionar sus ingresos, cómo emprender, cómo evitar deudas que los asfixien antes de los 25.
Y ojo, esto no implica sobrecargar a los maestros ni llenar los horarios de nuevas materias. Es rediseñar la educación de manera inteligente y relevante. Crear talleres, clubes, proyectos extracurriculares, alianzas con organizaciones, materiales multimedia… Hay múltiples maneras de enseñar, si de verdad queremos.
Felicitamos esta iniciativa del MINERD, porque sabemos que transformar un sistema educativo no es fácil. Hay resistencia, temor, y quienes prefieren ignorar. Pero educar no puede ser solo acumular datos para aprobar exámenes nacionales. Educar es preparar para la vida.
Y en la vida real, tomamos decisiones financieras diariamente, nos relacionamos con otros, afrontamos dilemas éticos, y vivimos (o no) nuestra sexualidad. No se trata de adoctrinar, sino de acompañar. De brindar información confiable, oportuna, con enfoque humano y científico. Porque si la escuela no lo hace, alguien más lo hará. Y no siempre con buenas intenciones.
Reitero: la educación debe ser diferente si queremos resultados diferentes. El futuro ya está aquí. Y nuestros niños, niñas y adolescentes merecen una formación que los prepare, que los empodere y que les devuelva la capacidad de pensar, de elegir, de respetar y de transformar.
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