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Estados Unidos se prepara para subir al doble los aranceles al acero y al aluminio, hasta un 50 %, a partir del martes, tras un nuevo movimiento del presidente Donald Trump. Esto ocurre en un momento en que los tribunales han revelado la fragilidad de su agresiva política comercial y persiste la incertidumbre sobre posibles acuerdos con Bruselas o Pekín.
El anuncio de Trump se produjo el viernes, solo un día después de que una Corte de Apelaciones le diera un respiro, al levantar el bloqueo que había impuesto el Tribunal de Comercio Internacional sobre gran parte de la política arancelaria de su Gobierno, la que afecta a los gravámenes anunciados el 2 de abril, el llamado “día de la liberación”.
Sin embargo, este bloqueo no habría afectado a los aranceles para el acero y el aluminio, que se activaron desde marzo basándose en la Ley Comercial de 1962 y no en la de Poderes Económicos en Emergencias Internacionales de 1977 (IEEPA), cuyo uso por parte de Trump ha cuestionado la justicia.
Canadá es el más perjudicado por la carga arancelaria sobre esos metales, pero también Brasil, México, Corea del Sur y Vietnam en lo que se refiere al acero, y Emiratos Árabes Unidos, Rusia y China en lo relativo al aluminio.
La decisión de duplicar estos aranceles parece no solo responder a que esa área queda al margen de la batalla judicial.
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Un escenario simbólico
Trump eligió un escenario simbólico para anunciar ese incremento: una planta de U.S. Steel en Pensilvania, acería a la que finalmente permitió aceptar la oferta de inversión de Nippon Steel para revivir al que fuera el gigante estadounidense del sector.
El magnate neoyorquino y su antecesor, Joe Biden (2021-2025), habían rechazado la propuesta inicial de la acería nipona, y el sindicato mayoritario del sector en EE.UU. condenó hasta el último minuto la nueva oferta. Esta convertirá a U.S. Steel en una subsidiaria de Nippon Steel, aunque la empresa mantendrá su nombre y sede en Pensilvania.
Todavía se desconocen muchos detalles de un acuerdo que, supuestamente, aún no está firmado, que implica una inversión japonesa de 14.000 millones de dólares en U.S. Steel y que Trump ha promocionado como una “asociación” y no como una “fusión” o “adquisición”.
Trump ha presentado como un logro algo con lo que hace apenas cuatro meses decía estar completamente en contra, y lo hizo en la misma semana en la que se popularizó el término ‘TACO trade’.
Un periodista acuñó la expresión a principios de mayo para describir la estrategia de muchos inversores bursátiles, que consiste en asumir que “Trump siempre se acobarda” (TACO por sus siglas en inglés) tras lanzar sus amenazas en materia de política comercial.
El propio presidente, visiblemente enfadado cuando se le preguntó por el término, negó que sus amenazas sean vacías e insistió en que todo forma parte de su estrategia de negociación.
Nueva capa de incertidumbre
El laberinto legal que se abre en el horizonte para el Gobierno estadounidense y el ego siempre cambiante de Trump han añadido una nueva capa de incertidumbre a la actual guerra comercial.
Bruselas lamentó la nueva acción del republicano, tras haber acordado, la Unión Europea (UE) y EE.UU. recientemente, acelerar negociaciones después de otra ronda de amenazas. El objetivo es que finalicen antes de que en julio expire la pausa activada para los mal llamados “aranceles recíprocos”.
El comisario europeo de comercio, Maros Sefcovic, tiene previsto reunirse con el representante comercial estadounidense, Jamieson Greer, el miércoles en París con la idea de lograr verdaderos avances para sellar un acuerdo.
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Por su parte, después de que China y EE.UU. acordaran a principios de mayo una tregua que duraría al menos hasta agosto, Trump acusó hace unos días a Pekín, sin dar detalles, de incumplir lo acordado en Ginebra semanas atrás.
Pekín respondió, argumentando que ha sido Washington quien ha violado el acuerdo para reducir temporalmente los aranceles bilaterales, y denunció que la Casa Blanca ha impuesto medidas de “supresión extrema”, como nuevas restricciones sobre chips o la cancelación de visados a estudiantes chinos, anunciada en la última semana.
El portavoz de Exteriores, Lin Jian, también aseguró que “no tiene información” sobre una posible conversación entre Trump y el presidente chino, Xi Jingping, sobre la que Washington ha puesto esperanzas para desbloquear la situación.
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