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El Botafogo supera la prueba en Seattle

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Pero triunfó el Botafogo, victorioso, pero no ileso, de un estadio volcánico, el más futbolero de los Estados Unidos, tras un duelo sin apenas tregua.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Seattle fue una tempestad. Pero triunfó el Botafogo, victorioso, pero no ileso, de un estadio volcánico, el más futbolero de los Estados Unidos, tras un duelo sin apenas tregua. Le bastó la pegada del primer tiempo, la mera fuerza de gravedad; después, le faltó todo. Roldán, un Gary Payton para la hinchada futbolera de Seattle, otorgó tintes épicos a una noche tan fantástica en Cascadia como trágica. De las derrotas honrosas todos se acuerdan, pero nunca sanan.

El Seattle se desató sin reparos. Obed anticipó cada línea de pase de Artur y Freitas, antes de que Roldán probara los ánimos de John. Disparo alto, desenfadado, cargado de malas intenciones y muchas esperanzas. No pasó demasiado para que el ‘Fogão’ replicara: Artur trazó, Igor Jesus ya preparaba la metralla, pero Kee-hee Kim, aún con sus muslos destrozados, extendió su pierna para bloquear la inminencia. La querella desatoró al Botafogo, que halló los caminos escondidos tras los arbustos de Vargas y Roldán: Frei atrapó por lo bajo un cabezazo malicioso de Igor Jesus y, después, repelió un fogonazo de Telles a primer poste. Seatte no se amilanó: Ferreira leyó la atracción de Rusnak y mandó pelota a la escuadra izquierda. La pelota zumbó el poste como un supersónico. Volvió a la carga el eslovaco, pero su volea de ensueño terminó en gazapo goloso. El balón terminó incrustado en la punta del Space Needle.

Al filo de la media hora, la valentía pasaría factura al Sounders. Acarició la pelota Telles desde la pradera izquierda, donde Tolo había aplacado con violencia policial a Artur, y Jair Cunha martilleó a Frei. Los decibelios los pusieron los cientos de cariocas. Decibelios de batucada. El gol deprimió al Sounders, que poseyó la pelota, pero no las ideas. Iluminó Roldán, cuyo pase intenso al corazón del área intuyó Rusnak antes de Jair. Resopló el ‘Fogão’. Acusó la alerta Paiva; no más espantos. Y, entonces, Vitinho colgó la pelota, con ese toque cadencioso y templado del que Mario Zagallo estaría orgulloso, e Igor Jesus sometió con su poderoso salto saiyajin a Kim y a Frei. Un gol como un acorde fúrico de Nirvana. Un kamehameha fulminante. Un delantero de quilates.

Savarino, el auténtico mago de esta ‘Ciudad Esmeralda’, todavía no estaba satisfecho. Desapareció el balón entre Vargas y Ragen, y su punterazo recto hizo añicos las manoplas de Frei, aturdido por la munición que recibió toda la tarde. Afrontó el Sounders la desventaja con deber moral mientras el Botafogo reposó con la tarde esmeralda. Una rocambolesca secuencia en el área del ‘Grandioso’ terminó de forma jocosa, con Ragen en pifia cual bateador de los Mariners mientras John pedía clemencia. Paiva hizo sonar Somewhere in the Way, dulce y turbia melodía para que los minutos discurrieran espesos y melancólicos, hasta que Rothrock divisó el área, Roldán cabeceó agachado, con los ojos en el suelo, e Igor Jesus envenenó el envío. Un remate inofensivo adquirió peligro súbito. John quedó clavado a la línea de cal. Los legendarios decibelios del Lumen Field ahora sí tocaron registro.

El Sounders se creyó digno y el Botafogo no despertó del letargo. Ni Correa ni Santiago Rodríguez aliviaron al ‘Fogão’, que de reojo volteó al cronómetro. Faltaban 15 minutos. El Sounders se volvió una tempestad, casi por error, con algo de torpeza, y mucha osadía. Un esmero contorsionado, pero esmero al fin y al cabo. Roldán casi obra otro testarazo milagroso, pero su remate de joroba y coronilla, sólo se bamboleó en las redes. Después, Rothrock perforó el costado izquierdo y Rusnak pateó al aire. Decibelios de lamento. Los minutos se hicieron eternos para el Botafogo y se escaparon como la tenue noche esmeralda de Seattle para el Sounders. Y una tras otra: los gemidos, los suspiros. Pedro de la Vega, Rusnak. Del área del Botafogo brotó fuego. Punteó Rusnak, Barboza salvó bajo el travaseño. Impactó de la Vega, John embolsó vivo sin saber por qué. Cuando el Botafogo despertó del asedio, con la arena en las uñas, descubrió que sobrevivió a la tempestad a orillas del Puerto. Las tempestades son tremendas en Cascadia.

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