Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
Aunque no todos se dan cuenta, muchos de los problemas que enfrenta el sector bananero — y que están reduciendo sus exportaciones — son consecuencia, en mayor o menor medida, del cambio climático.
Para dimensionar la magnitud del desafío, baste decir que las exportaciones de banano alcanzaron los 363 millones de dólares en 2021, disminuyeron a 323 millones en 2022 y siguieron su descenso hasta los 202.7 millones en 2024. Este cultivo representa, además, el 30 % del total de las exportaciones agropecuarias del país.
Puede leer: Escasez de guandules verdes es por plagas, enfermedades y vedas
Las plagas y las temperaturas extremas derivadas de la alteración climática global están impactando negativamente la productividad y calidad del banano. Lo más alarmante es que, según un informe de la organización Christian Aid, el 60 % de las zonas productoras de banano a nivel mundial podrían volverse inservibles antes del 2080, debido al cambio climático.
La solución a este problema es global y, hasta ahora, ha resultado complicado de implementar: los países, especialmente los industrializados, deben reducir de manera significativa las emisiones de gases de efecto invernadero.
Mientras tanto, la República Dominicana debe enfocarse en mitigar las consecuencias locales, entre ellas la propagación de plagas como el Fusarium Raza Tropical 4 (TR4) y la sigatoka negra, dos de las enfermedades más devastadoras para el cultivo de banano.
La tarea es enorme y requiere de un plan estratégico integral. En primer lugar, el país debe involucrarse, en la medida de lo posible, en los esfuerzos de investigación que buscan desarrollar variedades de banano resistentes al cambio climático. Sus limitados recursos financieros y técnicos le impiden emprender esta labor de manera autónoma.
Luego, será necesario abordar el elevado costo de acceso a esas nuevas variedades. No obstante, existe la posibilidad de obtenerlas mediante acuerdos bilaterales o multilaterales que permitan su adquisición gratuita o subsidiada.
Superado ese obstáculo, se deberá gestionar el proceso de escalamiento de las nuevas variedades, lo cual requiere de viveros certificados y una capacidad logística adecuada para distribuir plantas sanas en un país con infraestructura limitada para la multiplicación vegetal.
Una vez alcanzado ese punto, será crucial lograr la aceptación del mercado. No es infrecuente que las nuevas variedades difieran en sabor o apariencia de las que tradicionalmente prefieren los consumidores.
Asimismo, se requerirá de un fuerte respaldo institucional — tanto del sector público como del privado — para facilitar el proceso, subvencionar los costos iniciales y ofrecer capacitación técnica a los agricultores. Es una tarea que implicará grandes esfuerzos y costos, pero el precio de no actuar sería, sin duda, mucho mayor.
Agregar Comentario