Salud

El estigma de la fortaleza: la dificultad del hombre divorciado para expresar emociones

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La inquietud sobre el bienestar de los hijos y el miedo a ser olvidados pueden ocasionar una ansiedad continua, que se manifiesta en ataques de pánico o preocupación excesiva.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

La inquietud sobre el bienestar de los hijos y el miedo a ser olvidados pueden ocasionar una ansiedad continua, que se manifiesta en ataques de pánico o preocupación excesiva. La pérdida del rol de padre presente y la carencia de contacto puede derivar en una depresión profunda.

La figura del hombre siempre se ha asociado con la fuerza, la misma que dio origen al estereotipo de que ellos no lloran, ya que esto se puede interpretar como una señal de debilidad. Pero lo cierto es que hay situaciones que sobrepasan las emociones y uno de esos casos es el divorcio.

Más allá del dolor que pueda causar la ruptura del matrimonio, para el hombre puede llegar a ser aún más traumática la pérdida del acceso a los hijos, ya que la alteración drástica de la cercanía con estos es profundamente compleja y dolorosa, sobre todo, cuando son padres muy presentes.

“Para muchos, esta pérdida se equipara a un duelo por fallecimiento, una ruptura con la vida que conocían y la identidad de padre presente. El dolor, la tristeza profunda, la impotencia y la frustración son comunes, aunque a menudo se ocultan o evaden debido a las expectativas sociales de ‘ser fuertes’ aun cuando no se sienten así”, explica el psicólogo clínico, Carlos Javier.

Según el especialista, la incertidumbre sobre el bienestar de los hijos y el temor a ser olvidados pueden generar ansiedad constante, manifestándose en ataques de pánico o preocupación excesiva.

Mientras que la pérdida del rol de padre presente y la falta de contacto pueden conducir a una depresión profunda, con sentimientos de tristeza, desesperanza y culpa.

Javier afirma que uno de los puntos más críticos es la invisibilidad del sufrimiento masculino, ya que el dolor del hombre no se ve, y aun expresándolo, se choca con paredes de realidades dolorosas como la falta de escucha o la minimización de su importancia.

“Esta invisibilidad se arraiga en una cultura donde, como dijo un comediante, ‘a la mujer y los perros se les ama incondicionalmente, al hombre se le ponen condiciones y necesita ganarse ese amor haciendo o proveyendo cosas’. Esto lleva a muchos hombres a habituarse a no ser vistos en su vulnerabilidad, haciendo aún más urgente la identificación de señales de alerta”, añade el psicólogo clínico.

El profesional señala que la desesperación por no ver a los hijos a diario es un factor de estrés inmenso que puede desencadenar o agravar problemas de salud mental. Investigaciones en psicología en contextos similares han encontrado que los hombres divorciados pueden presentar niveles moderados de depresión y estrés, y una correlación entre más estrés y más depresión, así como una correlación negativa entre depresión y apoyo familiar (Revista de Psicología Científica).

“El sufrimiento de los padres divorciados en República Dominicana, especialmente aquellos con acceso limitado a sus hijos, es una realidad que no podemos seguir ignorando. Visibilizar este dolor y ofrecer herramientas de apoyo no solo es un acto de empatía, sino una necesidad social para fomentar la salud mental y el bienestar de los padres, y por extensión, el de sus hijos”, expresa Javier.

Estas afirmaciones cobran más relevancia con las estadísticas de separación en el país, ya que estas evidencian que, en los últimos años, los divorcios van en aumento y reflejan que los matrimonios son menos estables y más propensos a terminar en disolución que en el pasado.

Herramientas

A pesar de la dificultad, existen herramientas y estrategias que pueden ayudar a los padres a transitar este complejo camino y construir una relación sólida con sus hijos, incluso sin la convivencia diaria.

El especialista cita: Aceptar y procesar las emociones, permitiendo sentir sin juzgarse y buscar espacios seguros (terapia, amigos de confianza); enfocarse en lo que sí puede controlar; mantener la comunicación saludable, respetando acuerdos y límites; construir una red de apoyo; cuidar su propia salud mental y física, y desarrollar la resiliencia: Comprender que es un proceso de adaptación.

Construir una relación sólida sin convivencia diaria

Ante este complejo panorama, el psicólogo clínico, Carlos Javier, detalla algunos puntos clave para fortalecer y enriquecer la convivencia con los hijos en el período de visitas que la ley dominicana les otorga. Entre ellos:

Priorizar la calidad sobre la cantidad: Cada momento juntos debe ser significativo.

Comunicación constante y significativa: Interesarse por su día, sus intereses, escucharlos activamente.

Participar en sus vidas: Interesarse por sus actividades escolares, amigos, deportes.

Ser predecible y confiable: Cumplir promesas y ser consistente.

Crear rutinas y tradiciones: Una llamada de “buenas noches” semanal, un videojuego juntos en línea, actividades especiales.

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