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Tratamiento. Se enfoca en detener o frenar el progreso de la enfermedad. Advertencia. Una vez que el glaucoma ha dañado el nervio óptico, la pérdida de visión es irreparable.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha catalogado al glaucoma como la principal causa de ceguera irreversible a nivel mundial y con razón.
Esta enfermedad ocular progresiva, que deteriora el nervio óptico, afecta a millones de personas y continúa avanzando sin mostrar indicios claros en sus primeras etapas.
La OMS estima que alrededor del 3.5 % de la población global entre los 40 y 80 años padece glaucoma y las proyecciones indican que para el año 2040, más de 111 millones de personas convivirán con esta condición.
Ariela López, oftalmóloga cirujana del Centro Integral de Oftalmología de los Centros de Diagnóstico y Medicina Avanzada y de Conferencias Médicas y Telemedicina (Cedimat), explica que el glaucoma se manifiesta como una enfermedad neurodegenerativa que ataca directamente el nervio óptico (el cual transmite la información visual desde el ojo hacia el cerebro).
Añade que, generalmente, se produce debido a un incremento en la presión intraocular, resultado de la acumulación de fluido en la parte frontal del ojo. Este aumento de presión va dañando progresivamente las fibras del nervio óptico, lo que con el tiempo, conlleva una pérdida visual que es irreversible.
Diagnóstico temprano
El diagnóstico temprano es clave para detener la progresión. La especialista resalta que uno de los mayores desafíos del glaucoma es su naturaleza silenciosa. Se le conoce como el “ladrón silencioso de la visión” porque comienza afectando la visión periférica, un cambio que muchas veces pasa desapercibido hasta que la enfermedad está avanzada.
Explica: “En sus etapas iniciales, el glaucoma no presenta síntomas evidentes. No obstante, algunas personas pueden experimentar señales como dolor ocular y de cabeza, náuseas y vómitos, visión borrosa, halos o arcoíris alrededor de las luces y enrojecimiento ocular”.
Ante la sospecha de glaucoma, existen tres estudios esenciales que permiten establecer un diagnóstico certero: el campo visual, la tomografía de coherencia óptica (OCT) y la paquimetría. Estos exámenes están estandarizados para adultos, aunque en algunos casos también se aplican en niños para realizar un seguimiento comparativo en el tiempo.
Factores de riesgo
El riesgo de desarrollar glaucoma se incrementa con ciertos factores que deben ser considerados, como antecedentes familiares de glaucoma, edad avanzada, diabetes, hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares, migrañas frecuentes, consumo de tabaco, miopía o hipermetropía severa, uso prolongado de corticoides y exposición crónica a la luz solar.
Cualquier persona con uno o más de estos factores debe someterse a controles oftalmológicos regulares, incluyendo la medición de la presión intraocular y el examen del nervio óptico, especialmente si presenta síntomas sospechosos o cambios visuales.
El tratamiento es detener, pero no revertir. Una vez que el glaucoma ha causado daño al nervio óptico, la pérdida de visión no puede recuperarse. Por esta razón, el tratamiento se centra en detener o frenar el avance de la enfermedad, controlando el único factor modificable conocido hasta el momento: la presión intraocular.
Tres fases
El tratamiento se aplica generalmente en tres fases. La primera son los medicamentos en gotas: su objetivo es reducir la producción del humor acuoso o mejorar su drenaje para disminuir la presión.
La segunda, terapias con láser: aplicadas sobre la vía de drenaje ocular cuando el tratamiento con gotas no es suficiente; y tercero, la cirugía, procedimientos como la trabeculectomía o la implantación de dispositivos de drenaje se reservan para los casos más avanzados.
El seguimiento por parte de un oftalmólogo especializado es crucial, incluso cuando no hay síntomas evidentes. En algunos pacientes, aunque la presión ocular esté dentro del rango normal, pueden existir cambios sutiles en el nervio óptico que solo un profesional capacitado puede identificar.
Nuevas esperanzas
La investigación científica ha avanzado notablemente en la comprensión del glaucoma. Uno de los descubrimientos más recientes se relaciona con las células glía de Müller, las más abundantes en la retina, que actúan como sensores de presión.
En condiciones normales, estas células ejercen un efecto neuroprotector, pero cuando la presión intraocular se eleva, se alteran y contribuyen a la muerte de las neuronas responsables de la visión.
Este hallazgo abre una nueva vía para posibles tratamientos neuroprotectores en el futuro, centrados en preservar la integridad del nervio óptico.
La prevención como mejor estrategia
En el Centro Integral de Oftalmología, la prevención y el diagnóstico temprano son pilares fundamentales para combatir enfermedades como el glaucoma.
Los exámenes oftalmológicos periódicos, especialmente después de los 40 años, permiten detectar señales incipientes antes de que la pérdida visual se haga evidente.
A pesar de ser una enfermedad irreversible, si se detecta a tiempo, el glaucoma puede ser controlado y su impacto en la calidad de vida de los pacientes puede minimizarse significativamente.
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