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Con los interrogatorios de ayer al empresario Antonio Espaillat, requerido por la procuraduría general de la República por el derrumbe del techo de la discoteca Jet Set, que dejó 236 fallecidos y más de 180 heridos, arranca formalmente uno de los procesos más importantes en la historia reciente de la judicatura nacional.
El mismo jueves la Oficina Nacional de Evaluación Sísmica y Vulnerabilidad de Infraestructura y Edificaciones (Onesvie) entregó al Ministerio Público las conclusiones de un estudio forense hecho por tres expertos sobre las causas que provocaron la caída del techado de ese centro de esparcimiento.
También se divulgaron ayer declaraciones de un empleado de la discoteca, identificado como encargado de organizar las fiestas en Jet Set, de quien se dijo que habría dado evidencias a los fiscales de que avisó al dueño del local sobre el peligro de un colapso.
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Con el inicio formal de las indagaciones sobre esa tragedia y la detención del empresario Espaillat, imputado por homicidio involuntario, también se abren puertas a especulaciones que deben ser enfrentadas por la Procuraduría General con transparencia y apego al debido proceso.
Nada debe quedar oculto bajo ninguna circunstancia, como tampoco ese proceso judicial debe ser guiado por prejuicios, a pesar de tantos corazones dolidos, porque en medio de la tragedia lo que debe buscarse es que la verdad salga a la luz de manera clara y contundente.
Se enfatiza que el techo de ese centro de diversión colapsó por completo sobre la mayoría de los asistentes, con saldo de 236 muertos y decenas de heridos, por lo que la investigación iniciada por el Ministerio Público debe analizar y probar su acusación de falta de atención o negligencia como causa de la tragedia.
Fiscales y jueces tienen la responsabilidad de investigar a fondo esa tragedia, de garantizar un proceso en los ámbitos penal y civil que sirva como gran ejemplo de buena y correcta administración de justicia, sin ningún tipo de turbiedad, pero tampoco de privilegio para que no se convierta en otra razón para derramar más lágrimas esta vez de desaliento e indignación.
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