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El enfoque que suele aplicar el Estado al proporcionar ayuda económica a familias con necesidades está lejos de llegar suficientemente a los focos de miseria y detener el persistente crecimiento que han tenido en las periferias de las grandes urbes e incluso de áreas importantes de las ciudades propiamente dichas, caracterizadas por carencias. Un fenómeno del que es consciente la dirección del Programa Supérate que muestra interés en que la ayuda sea selectiva y condicionada, lo que apenas logra.
Ni modo: acaba de reconocer que la pobreza en sus grados mayores fluye aún con rapidez hacia los cinturones de suburbios poco urbanizados de República Dominicana mientras se escuchan voces que reclaman que la asistencia social se expanda sin desincentivar las aspiraciones de progreso, como ocurre muchas veces al no proporcionarse a los marginados suficientes herramientas para integrarse a una vida productiva, tal como exigen las estadísticas.
Desde sectores de la oposición apegados a la actualidad se critican las características del asistencialismo que para el expresidente Leonel Fernández, de la Fuerza del Pueblo, (segunda en caudal de votos en las pasadas elecciones) resulta insuficiente e inefectivo para solucionar los problemas de la población, siendo específico en mencionar el área de la educación, agobiada por sus fallas y hacia la cual el fisco ha destinado lo cuantioso de un 4.0 % del presupuesto con resultados frustrantes en su empleo, admitido por anteriores autoridades de la enseñanza de este mismo Gobierno.
La crítica del reconocido economista y dirigente del Partido de la Liberación Dominicana, Juan Ariel Jiménez, ha arremetido contra la manera en que el Estado dominicano distribuye recursos dirigidos a los estratos de ingresos inferiores en la nación. “Ningún Gobierno ha alcanzado el desarrollo de un país regalando dinero”, dijo, refiriéndose implícitamente a la generosidad de lanzar circulante hacia los desafortunados sin percatarse de quiénes están en esa categoría y quiénes no. Se recuerda aquella navidad en que desde el gabinete social bajo control palaciego brotaron indiscriminados millones y millones de pesos del erario hacia animadores de fiestas incluyendo a los de mayor facturación anual y que nunca han dejado de “hacer negocio”.
No se tiene noticia de que se rindieran cuentas de la antológica generosidad.
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Para la economista senior Ellen Pérez Ducy, con notoria vinculación al estudio de los problemas sociales del país, en República Dominicana urge “desmantelar las políticas generalizadas de subsidios y reencauzarlos por la vía de la Seguridad Social”. Basó su reclamo en el dato de que en el territorio nacional existen más de dos millones de personas inactivas y en edad de trabajar que no están ocupadas. De ese total, 831 mil son hombres.
Aportó datos que no deben pasarse por alto, de que en el país existen recursos humanos nacionales suficientes para suplir cualquier carencia laboral y en ellos se fundó para cuestionar en sus cimientos las políticas públicas que conducen a la existencia de subsidios generalizados. Invocó una información del SIUBEN (Sistema único de beneficiarios) que en marzo de este año estableció que en el territorio nacional hay 2 millones 600 mil personas o el 38% de la población viviendo en condiciones de pobreza extrema a moderada.
Además de objetar la concesión no selectiva de subsidios, la experta subrayó que “la escasez de ciertos perfiles de mano de obra debería ser resuelta con ofertas salariales mayores que motiven a los dominicanos inactivos a incorporarse al trabajo”. En artículos de colaboración con la prensa Pérez Ducy ha insistido en la conveniencia de canalizar todos los subsidios por vía de la Seguridad Social, y sistemas de salud y pensiones “despojándolos de sus elementos clientelares que, en definitiva, constituyen su razón de ser”.
No está asegurado el que algunas de las vertientes de la asistencia social dominicana se acojan al objetivo de desarrollo humano que trazan entidades como la Ciespal (Central internacional para América Latina) para que la ayuda a las poblaciones subdesarrolladas sea un componente esencial para la cohesión social, la paz y el desarrollo sostenible, especialmente en contextos marcados por la violencia y la desigualdad que en República Dominicana alcanza una proporción digna de mucha atención. Una economía que estructuralmente genere injusticia es violenta por definición.
La mística universal que Cáritas Dominicana -el brazo asistencial del catolicismo- aplica localmente se expresa con las siguientes palabras: “Promover el desarrollo humano integral, especialmente de los más pobres y excluidos con el objetivo de construir una sociedad más justa y solidaria, aspirando la Iglesia a hacer presente el Reino de Dios a través de acciones concretas que respondan a las necesidades de las comunidades inspiradas en nuestra doctrina social”.
Afinando la puntería para llegar hasta los verdaderos necesitados, la Iglesia declara que “trabajamos para que las personas puedan vivir con dignidad y ejercer sus derechos superando la pobreza y la exclusión.
Priorizar la atención y el acompañamiento a los más vulnerables reconociendo su dignidad y derechos y buscar la transformación de las estructuras sociales que generan desigualdad y pobreza”. Fomentar la colaboración y el apoyo mutuo entre las personas y las comunidades, etc. Se percibe que el clero romano está lejos de hacer cosas que, simplemente, conquisten adhesión y legitimen proyectos políticos terrenales.
Paralelamente, en República Dominicana las iglesias evangélicas, como subconjunto del Protestantismo, realizan una importante asistencia social trabajando con comunidades especialmente en zonas rurales y a través de proyectos educativos, comunitarios y para el desarrollo de líderes locales. El Servicio Social de Iglesias Dominicanas es considerado un ejemplo destacado de labor social “sin segundas intenciones” de ganar simpatías puramente en el seno de la comunidad.
El SSID fue creado en mayo de 1962 para centrarse en los más pobres y vulnerables, promoviendo el respeto a los derechos humanos y a la formación de estilos de vida saludables sin esperar reconocimientos a su atención a los problemas vitales de la sociedad dominicana. Su asistencialismo no es acompañado con impactos publicitarios sobre la gente de fe o incrédula.
La República Dominicana es vista por el Banco Mundial como enfrentada a desafíos importantes en sus sistemas de asistencia social que incluyen la necesidad de fortalecer las políticas, instituciones y regulaciones especialmente en la gestión de riesgos ambientales y sociales y sus recomendaciones abarcan mejorar la calidad de los servicios públicos básicos como agua, energía, protección social y salud.
La entidad sigue preocupada por la desigualdad social, la pobreza, la informalidad laboral y las vulnerabilidades a desastres naturales.
En uno de sus recientes informes sostiene que: “es crucial fortalecer la capacidad de respuesta del sistema de protección social ante emergencias y eventos naturales adversos. La protección social debe ser más adaptable para proteger los medios de vida de las personas en situación de crisis. La gestión de los recursos hídricos y el acceso a agua y saneamiento son áreas que requieren atención en este momento”.
El Banco Mundial reconoce que la República Dominicana ha experimentado un crecimiento económico significativo pero que “persisten brechas de desigualdad y exclusión social. Se necesita mejorar los ingresos de los más pobres y reducir el abismo entre las zonas desfavorecidas”. A través de su observación a distancia, el BM llega a la convicción de que la llamada pobreza multidimensional afecta a una parte considerable de la población dominicana por lo que favorece que el Poder se enfoque integralmente en combatirla”. Es como decir que eso de las funditas y bonos de efecto transitorio, más festivos que sustanciales, equivalen a “pajas para las garzas”.
Algunos pronunciamientos de adversarios políticos a la actual gestión han reparado en la contradicción de que mientras el Ministerio de Economía reporta que en el país hay al menos 2 millones 100 mil personas en situación de pobreza de solemnidad, por otro lado informa orondo y satisfecho consigo mismo que ha entregado bonos a tres millones de dominicanos, lo que implica que uno de cada tres de sus beneficiarios no necesitan del grueso desembolso de un Estado que en preocupante medida, depende del elevado endeudamiento externo para funcionar.
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