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En la actualidad, cuando el dominicano José Ramírez se para en el plato, todo se paraliza. La gente se pone de pie. Los celulares se alzan para inmortalizar el instante. El lanzador contrario exhala profundo. El béisbol está siendo testigo de algo singular, y el antesalista de los Guardianes está brindando un desempeño memorable.
Desde el 30 de abril, Ramírez ha estado en un estado de gracia, llegando a base en 34 juegos seguidos. Durante este lapso, batea un asombroso .394 con 18 extrabases, entre ellos 10 dobles, un triple y siete cuadrangulares. Adicionalmente, ha acumulado 17 carreras impulsadas, 14 bases por bolas y 13 bases robadas. Después de que su racha de 21 juegos fuera cortada, ha conectado imparables en ocho juegos consecutivos. El seis veces All-Star ha pegado de hit en 29 de sus últimos 30 partidos.
“Sí, es sumamente entretenido verlo jugar en este momento”, comentó Paul Hoynes con emoción en el más reciente podcast de Cleveland Baseball Talk. “Parece que se ha transformado en un jugador de críquet. Es decir, no puedes lanzar la pelota lo suficientemente baja porque José la va a conectar en algún sitio”.
Lo que hace que esta racha sea tan notable no son solo las estadísticas, sino la manera en que Ramírez se está ajustando a cualquier lanzador que le pongan enfrente. Su swing se ha transformado en una exhibición de versatilidad, permitiéndole dominar cualquier lanzamiento en cualquier ubicación.
“Su swing es adaptable, batea con poder, roba bases”, prosiguió Hoynes. “Lo hemos visto en tantas rachas buenas, pero no recuerdo algo similar antes”.
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