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La meditación es un acto unificador, que involucra el cuerpo, la respiración y el alma. El templo viviente que habitamos.
Por ejemplo, en Génesis 2:7 se relata: “Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz aliento vital, y el hombre se convirtió en un ser viviente.”
Esta imagen bíblica describe la respiración como la chispa divina que da vida a nuestro cuerpo.
En Ezequiel 37:5-6, Dios expresa: “Así dice el Señor Dios a estos huesos: ‘Voy a hacer que entre en vosotros el espíritu, y viviréis. Pondré tendones sobre vosotros, haré crecer carne sobre vosotros, y os cubriré de piel; os infundiré espíritu, y viviréis.’”