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Escuchó a una dama decir a su empleada: “Me pregunto si algún día va a entender que quiero dos cubos de hielo, no tres”. Una ama de llaves le contó que su jefe desayunaba dos huevos y medio. Supo de hogares en los que la distancia de los cubiertos en la mesa se debía medir milimétricamente.
Y fue un paso más allá. Se convirtió ella misma en niñera y ayudante de cocina a media jornada para una mujer de la aristocracia parisina. Acabó incluso yendo a vivir durante unos meses a la residencia de la familia en China como au pair (cuidadora de niños).
El resultado de su investigación de años sobre el tema es Servir a los ricos, un libro, recientemente publicado en español, en el que se adentra en las relaciones de codependencia que tienen lugar en los lujosos salones de las residencias francesas, pero que, con algunas diferencias, ocurren también en el resto del mundo.
Yendo a lo más profundo de la intimidad de los ricos, la socióloga revela lo que el trabajo doméstico tiene que ver con problemas del mundo globalizado como la inmigración y la desigualdad.
Y plantea interrogantes sobre el dinero y el poder que son relevantes para personas de cualquier clase social.
Delpierre es investigadora del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia. Lo que sigue es una versión editada de su conversación con BBC Mundo.
Tu libro ha generado mucho interés, porque parte de tu investigación consistió en infiltrarte en la casa de los millonarios. ¿Qué te permitió esa metodología?
Bueno, la infiltración no fue lo único que hice.
Primero hice muchas entrevistas con ricos y con sirvientes. Y con estas logré obtener mucha información sobre la relación entre los patrones y los sirvientes.
Pero yo también quería estudiar la relación entre los sirvientes mismos, y para eso no me estaban sirviendo.
Al convertirme en una sirvienta en las casas de los ricos, pude ver que entre los sirvientes hay jerarquías, hay relaciones de amistad, de amor, pero también competencia.
Son personas que pueden ganar mucho sirviendo a los ricos, pero que tienen que demostrarles a sus patrones que trabajan muy bien, que son dóciles, que escuchan todas las órdenes, etc. A veces, eso crea una competencia.
En el libro describes la relación entre los patrones y los sirvientes como una “explotación dorada”. ¿A qué te refieres?
“Explotación dorada” es un oxímoron que me sirve para explicar que los sirvientes están en una situación de explotación porque trabajan de manera ilimitada, pero, así como trabajan mucho, ganan mucho.
Yo misma vi cómo, a pesar de que yo era una sirvienta solo a media jornada, los patrones me pedían que trabajara mucho más de lo que habíamos acordado.
Entonces, los sirvientes que trabajan en las casas de los ricos todos los días, que duermen allí -porque esa es una condición para trabajar para los ricos-, trabajan todo el día y también la noche.
Por ejemplo, las mujeres que cuidan a los niños casi no duermen. Tienen que dormir en las camas o en las habitaciones de los niños, así que no duermen muy bien por la noche. Y en el día tienen que cocinar para los niños, salir con ellos, etc.
Es un tipo de explotación, porque no tienen tiempo de hacer otra cosa que trabajar.
La parte “dorada” es que ganan muchísimo: €3.000, €4.000, €5.000, hasta €12.000 al mes (el salario mínimo mensual en Francia es de €1802). Si comparamos a los sirvientes con el resto de la población que trabaja, forman parte de los ricos.
También reciben muchos regalos muy caros: el teléfono, ropa, comida, etc.
Me sorprendí mucho en las casas de los ricos al ver que los regalos para los sirvientes podían ser ropa de Chanel, un bolso de una marca que no conocía porque es solo para los ultrarricos, etc.
Entonces, estos sirvientes tienen mucho dinero, tienen muchos regalos muy caros, pueden comer la comida de los ricos, duermen en las casas de los ricos que son muy grandes y bellas. Tienen muchas condiciones materiales que son muy buenas.
La explotación dorada es un sistema que consiste en que, entre más dinero y más regalos les dan los ricos a sus sirvientes, más legitimados están para pedirles que trabajen más.
Entonces, se crea una especie de deuda. Los sirvientes creen que tienen que trabajar para compensar los regalos y el dinero que les han dado.
Es evidente que en este tipo de trabajo lo laboral se mezcla con lo personal. ¿Qué efecto tiene esto? ¿Cómo describirías esa relación emocional entre los ricos y sus sirvientes?
Cuando convives con una persona, sea quien sea, inevitablemente terminas teniendo una relación que no es solo de trabajo.
Hay emociones, hay afección, hay amor, amor para los patrones, amor para los niños de los patrones. Es una relación casi familiar.
Decir que los sirvientes son parte de una familia no se puede entender solo como una retórica hipócrita. Las emociones son reales.
De hecho, es justamente porque los sirvientes forman parte de la familia que los ricos se permiten pedirles más de lo que se le podría pedir a otro tipo de trabajador.
La sociología que ha estudiado las relaciones intrafamiliares ha mostrado que es en las familias donde se encuentran las formas más marcadas de dominación y de violencia. Y eso pasa porque no hay nadie que pueda ver lo que ocurre en la intimidad de la casa.
Como los sirvientes forman parte de la familia, los ricos los ven como personas que pueden utilizar como quieran, pero también, por ejemplo, se preocupan por su salud y la de sus familiares. Me encontré con muchos sirvientes que viven en las casas de los ricos con sus niños, y los ricos pagan la escuela, la comida, el médico, etc.
Es ambivalente.
Hay entonces una cercanía innegable, pero también en el libro describes que hay una cierta distancia. ¿Cómo marcan los ricos esa distancia con sus sirvientes?
De muchas maneras.
Una de ellas es espacial. En las casas de los ricos, los sirvientes no pueden andar por todas las partes de la casa. No pueden utilizar la piscina, no pueden ir a la parte de la casa donde los ricos se reúnen con sus amigos. No pueden circular libremente.
En las más grandes que vi, hay corredores diferentes para los sirvientes y para los jefes, para que los jefes no vean siempre a los sirvientes.
Otra manera en que los jefes ponen distancia es cambiándoles los nombres a los sirvientes. Si tu nombre es Juan, te pueden decir Joseph, por ejemplo.
Y hay una racialización en ese cambio de nombre. Cuando los sirvientes son extranjeros, y es el caso de muchos de los sirvientes hoy, los jefes les cambian los nombres por un nombre francés. Es una violencia simbólica, como dice Pierre Bourdieu.
Hay patrones que les ponen siempre el mismo nombre a sus sirvientes. Por ejemplo, la niñera siempre se llama María. Si llega una nueva niñera, es María.
Es una forma de demostrar la superioridad del rico sobre las otras personas, que son despersonalizadas.
Es imposible pasar por alto el hecho de que la enorme mayoría de las personas que se dedican a este trabajo son mujeres, algunas de ellas negras o latinas. ¿Qué lugar tienen esas identidades? ¿Cómo se ponen sobre la mesa el género y la raza en el trabajo doméstico?
La raza y el género en el mercado del trabajo doméstico son centrales en la forma de reclutar a los sirvientes.
Es un mercado en el que no te vendes con un currículum. No necesitas diplomas y tampoco los hay.
Los patrones tienen que identificar otras cualidades para elegir a los mejores sirvientes, y lo que termina pasando es que las habilidades son esencializadas.
Por ejemplo, solo las mujeres pueden ocuparse de los niños, porque se cree que tienen una tendencia natural a hacerlo, mientras que los conductores solo son hombres, por el prejuicio de que son quienes saben conducir bien. No encontré un solo niñero en las casas de los ricos.
En el mercado del trabajo doméstico también se ponen en juego muchos estereotipos raciales.
Por ejemplo, en Francia se dice que las mujeres negras son cariñosas. Y entonces los patrones quieren mujeres negras para cuidar a los niños pequeños. Ahí hay una representación muy racista y colonial de la mujer africana como destinada a tener muchos hijos y ser una madre.
Incluso los blancos están también racializados. Los ricos prefieren tener blancos o blancas en la cima de la jerarquía doméstica. Los mayordomos, por ejemplo, suelen ser de países europeos.
Por supuesto, los prejuicios no son exclusivos del mercado del trabajo doméstico, pero en este el género y la raza son los criterios primarios para elegir a los empleados.
El cine y la literatura muchas veces han representado la relación entre los ricos y sus sirvientes. Tú misma mencionas en el libro Parásitos, la famosa película coreana de 2019. En esta y muchas otras historias, se muestra a unos ricos amenazados por la servidumbre. ¿Encontraste algo de esto en tu investigación? ¿Les tienen miedo los ricos a su servidumbre?
Es interesante, porque en estas películas se muestra siempre a unos sirvientes que se vengan por toda la dominación que sus jefes han ejercido sobre ellos.
Pero la realidad es diferente. No encontré ningún sirviente que haya matado a sus jefes (risas). Sí encontré algunos que habían robado a sus jefes, pero es muy raro.
En la mayor parte de los casos, los ricos no tienen realmente miedo de los sirvientes, porque saben que tienen todo el poder. Saben que, sin su dinero, los sirvientes no son nada. Sin sus casas, los sirvientes no tienen donde dormir.
Si un sirviente decidiera apelar a la justicia, los ricos tendrían todas las de ganar porque sus amigos son abogados. Tienen mucho capital social. Saben que son intocables. Saben que nada les podría pasar. Los pocos casos que encontré en las cortes en los que un sirviente demandó a su patrón los ganaron los ricos.
Entonces no, no tienen miedo de los cr
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