Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
Esta semana, EE. UU. había instado a las naciones latinoamericanas a posicionarse en el conflicto con Irán antes del encuentro.
Las reacciones “dispares” de los gobiernos latinoamericanos ante la decisión de EE. UU. de atacar a Irán evidenciaron la compleja y dividida geopolítica actual en la región, lo que podría dificultar un acuerdo en la 55ª Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), que arranca el miércoles en Antigua y Barbuda.
“Las respuestas regionales divergentes a los ataques estadounidenses no fueron una sorpresa”, comentó a EFE Jason Marzack, director del Centro para América Latina Adrienne Arsht del Atlantic Council, quien afirmó que cada país demostró el “grado de cercanía” con la Administración de Donald Trump.
Esto “se reflejó en gran medida en la naturaleza de las reacciones de los países”, que se apresuraron a condenar o respaldar a Washington tras los bombardeos del fin de semana sobre tres instalaciones nucleares iraníes.
Cuba, Nicaragua y Venezuela se solidarizaron con su socio político y económico, Irán, mientras que Argentina insistió en su apoyo a Trump.
Por su parte, Chile, Colombia y Brasil condenaron los bombardeos de EE. UU. por supuestamente transgredir el derecho internacional y contribuir a una escalada en la violencia. Washington justificó las acciones militares como un paso necesario hacia el cese al fuego entre Israel e Irán anunciado el lunes.
Según Marzack, La Habana y Caracas “siempre aprovechan cualquier oportunidad para desafiar a Estados Unidos”, pero reconoce que “hace tres años habría sido una sorpresa que el presidente colombiano se aliara con Irán”. “Mucho ha cambiado con (Gustavo) Petro”, asevera.
“Lo que vimos es que la mayoría de los Gobiernos que se han acercado a EE. UU. durante la Administración de Trump adoptaron una postura cautelosa ante las acciones estadounidenses o expresaron su apoyo incondicional”, señala.
Aunque según Marzack las relaciones bilaterales “no cambiarán en función de las reacciones a EE. UU.”, lo sucedido “puso de manifiesto cómo los líderes latinoamericanos ven sus relaciones con Washington en la actualidad”.
“Esto afectará a todos los demás puntos de la agenda” regional, agrega el investigador.
Las discrepancias se harán patentes en la 55ª Asamblea General de la OEA, programada del 25 al 27 de junio, la primera bajo el nuevo secretario general del organismo, el surinamés Albert Ramdin. Se espera que la reunión se centre en reformas “para asegurar que la institución se adapte a los nuevos tiempos”, predice Marzack.
Esta semana, EE. UU. había solicitado a los países latinoamericanos definir “de qué lado están” en el conflicto con Irán antes de la reunión.
El encuentro de la organización – de la que Cuba, Venezuela y Nicaragua ya no forman parte – servirá a Washington para “reafirmar el liderazgo de EE. UU.” en la zona, donde buscan “apoyar la gobernabilidad democrática y el Estado de derecho”, dijo el lunes una alta funcionaria del Departamento de Estado.
Es muy probable que las actuales divisiones puedan obstaculizar el consenso en un foro tan diverso.
Sin embargo, las posibilidades que abre son aún mayores. “Con tantos desafíos en nuestro hemisferio, la reunión de la OEA ofrece una oportunidad para seguir delineando el camino hacia una mayor cooperación para abordar los retos regionales compartidos”, advierte Marzack.
Agregar Comentario